viernes, 25 de febrero de 2011

MALAS CALLES DE DISEÑO


Vivimos tiempos plagados de falsos prestigios, inundados de mediocridades que pasan por ser obras excelsas e imprescindibles que no obstante, se olvidan con la misma rapidez que subieron a la cumbre. Veremos que suerte corre con el tiempo “The fighter”, la última Película de David O. Russell. Ahora mismo está de plena actualidad. El boxeo en pantalla grande, si la película se porta, luce especialmente y la temática se presta a múltiples y variadas soluciones dramáticas. A ello se añaden intérpretes de probada solvencia, y porque no decirlo si es verdad, sus siete nominaciones al oscar, influyen lo suyo. No obstante, en mi caso no llevaba ni diez minutos sentado cuando sin comerlo ni beberlo las ideas se escapaban hacia lugares en principio insospechados, lejos del cuadrilátero, y más cerca de la filosofía, la sociología y las teorías políticas. Concretamente, el film me llevaba una y otra vez a rememorar las teorías científicas darwinistas, y a su máximo exponente, el filósofo y naturalista Herbert Spencer, discípulo de Lamark.
La cuestión es que no dejaba de preguntarme que opinaría el autor de “el individuo contra el estado” de la tupida fauna humana que puebla el film de David O. Russell. Para ello conviene recordar, aunque solo sea de pasada, las claves de su pensamiento: una ferrea defensa de la ley natural, siempre a favor de los mas aptos sobre la base de reconocer un principio básico de desigualdad natural donde cada cual empleará sus propias capacidades y talento para sobrevivir, sin intervención pública de ninguna clase que corrija diferencias existentes entre unos y otros individuos. Así, aportando cada hombre según su naturaleza y aptitudes su potencial interno y sabiendo aprovechar las circunstancias externas del entorno, se garantiza la supervivencia y triunfo de los más aptos, y por supuesto, la derrota natural, física y moral de los más ineptos. En su libro “la justicia” lo expresa con rotunda claridad y cito al propio Spencer “ la pobreza del incapaz, las desgracias que sobrevienen al imprevisor, el hambre del ocioso y el abrirse paso del fuerte dejando del lado al débil, son los secretos de una generosa providencia, ya que bajo el orden natural de las cosas, la sociedad está por si misma excretando sus miembros malsanos, imbéciles, torpes, irresolutos y sin fe”. Ahí queda eso. A  mediados del siglo pasado, Richard Hofstadter denominaría a esta escalofriante corriente de claras connotaciones individualistas “darwinismo social”.
Si alguno se pregunta a estas alturas a que viene toda esta digresión, la respuesta está en que efectivamente, aquí no hay mucho cine que comentar y si bastante impostura. El aparentemente desolador panorama humano que pinta “the fighter”, a excepción del protagonista, como alguno ya habrá imaginado, trae efectivamente aromas sociales. Una mísera camada, ética y económicamente, incrustada en un barrio suburbial, y que hace gala de una ordinariez chulesca en algunos casos, cerca de lo borderline en otros. El equipo de tercera lo capitanea una madre (Melissa Leo) cuyo aparente coraje esconde dosis de primitivismo racial y de egoísmo a partes iguales. Luego están Cain y Abel, o los dos hermanos, uno mala sombra, adicto al crack, follonero, ex convicto, pero con mucha calle. La eterna crónica del angel caído, pero de postin. El otro, parece venir de otro planeta, y según la película el determinismo social no va con él. Es un encajador nato, dentro y fuera del ring, que se debate entre su apego sanguíneo a ese barrio y a esa familia, o bien un futuro diferente y mejor, ya que al parecer todo el mundo sabe que el chico es oro en barras.


Desde luego todo este grupo, en la carrera por la supervivencia natural que propone Spencer, no llegaría nunca a ser de los más aptos, pero como esta es una película tramposilla y que no juega limpio con el espectador, las muestras de realismo sucio son solo un atrezzo modernista y muy indie, que solo sirve para hacer la victoria final más heroica. La sorpresa llega a mitad de camino ya que sin que se nos explique razón alguna damos un salto hacia el estilo deportivo de superación personal y triunfo muy propio de Disney (recordarán “the rookie”) Y entonces surge la pregunta ¿pero no nos habían dicho que esto estaba basado en una historia real?. Pues olvídense, cada día más, estas cintas de sabor Indie se parecen menos a la realidad, y más a un miserabilismo de etiqueta. Por tanto, cualquier relación con visiones reales del mundo del púgil como “fat city” o “cuerpo y alma” es mera coincidencia. Una pena, ya que cinematográficamente estamos ante un film donde la pobreza de cartón piedra no solo está en las calles, sino que atraviesa la cámara y salta a la dirección. Falta el talento, la profundidad en la puesta en escena y la descripción sórdida y muy verista del inframundo parasitario de los bajos fondos que practica con maestría James Gray en films como “little odessa” o “la otra cara del crimen”. No me creo el lumpen de salón de esta película, ni a las seis sisters del protagonista. Tampoco me creo a ese gran actor que es Christian Bale. Se que le llueven los parabienes, pero su interpretación de este personaje cargado de tics, verborreico, pasado de vueltas y sobreactuado resulta particularmente cargante. Melissa Leo modula un poco mejor, pero tampoco evita caer en la sobreactuación. Amy Adams si sabe salvarse de la quema, pero igual es una apreciación subjetiva, por ser ella quien es y como es. Conclusión, que cuando uno no disfruta y termina filosofando de forma bartata en el cine igual es que algo falla. ¿siete nominaciones? Pues vale.   

lunes, 21 de febrero de 2011

AL NORTE DE LA COMEDIA



Con los dos géneros cinematográficos por antonomasia, el western y la comedia, siempre ha existido un problema de raíz en su relación con ese espectador de a pie que todos llevamos dentro. Al estar normalmente muy codificados, surge una natural desconfianza derivada de que sus claves cifradas vienen incluidas en la propia etiqueta del producto. Su reconocimiento basado en modelos anteriores permite la anticipación y por tanto, siempre nos sabremos el final, antes incluso de comprar la entrada. En persona he escuchado decir que “la diligencia” es una película lastrada, menor, porque desde la aparición de John Wayne, todo el mundo sabe como va a acabar la cosa. Nadie ha vencido a John Wayne en duelo, es verdad. Pero también es verdad que mucha gente iba al cine para verlo vencer una y otra vez. Con la comedia de raiz clásica sucede otro tanto, pues la pareja finalmente sellará su amor dándose un beso, como no, de película. Estos condicionantes, llevaron a muchos cineastas a intentar salirse de esas marcas de fábrica utilizando el cinismo, la reinvención, o lo que muchas veces se ha denominado reescritura, de cara a evitar ese conflicto, proponiendo alternativas. Lo que algunos olvidan, es que la magia de ambos géneros no está en su resolución conocida, sino en el disfrute del propio itinerario del viaje.
Daniel Sanchez Arévalo en “Primos” actúa en calidad de guionista y director, lo que le permitiría de entrada manejar todos esos hilos con mayor facilidad. El resultado es un mix curioso, cuya originalidad no está en su arquitectura sino en el tratamiento del viaje evolutivo-sentimental al que antes se aludía. De entrada el film parece adscrito a la comedia dislocada y sin rumbo fijo de última generación. La escena inicial parte de una situación dramática que muy finamente se convierte en tragicómica: No se trata de un abandono en el altar, sino de una renuncia previa  de la novia días antes del enlace. La inmadurez propia del personaje masculino, le lleva a asistir a la boda convencido de que la chica finalmente acudirá a la cita. La incomparecencia coloca a la película en un “no mans land” atractivo por cuanto el film comienza dibujando un serio traspiés justamente dando la vuelta al lugar común donde terminan las demás películas.
Los primeros trazos de los personajes llevan el sello de su marcada excentricidad y conforme a ello idean irse al pueblo de su juventud – visiten Comillas, no se arrepentirán- para retornar al punto base, a ese lugar emocional en el que pasaron la adolescencia, donde todo funcionaba y la realidad no torcía las cosas.


Sin embargo, esta decisión coloca al film encuadrado dentro de parámetros diferentes a los enunciados y a la postre, mucho más conservadores. Nos vemos embarcados de pronto en ese ideario tan nostálgico como discutible que dice que cuando las cosas no salen bien y se estropean, una visita temporal al campo, a nuestro pueblo de siempre, donde encontraremos a los característicos de toda la vida, nos dará un baño de pureza y reordenará nuestro universo particular. Y ahí es donde Sanchez Arévalo juega con fuego, dado que aunque Innisfree y “el hombre tranquilo” vienen rápidamente a la mente, si nos ponemos crudos también Lastres y “doctor Mateo” o la francesa “bienvenidos al norte”. La habilidad de la película consiste en saber sortear lo más nefasto de ese modelo y quedarse en un punto medio correcto, por utilizar una de las palabras clave de la cinta. Es el punto emocional que marcan films como “el inglés que subió a una colina y bajo una montaña” o afinando más aun, un film como “Elizabethtown” de Cameron Crowe, cuyas similitudes con este, y salvando las lógicas distancias, son más que evidentes.
Es entonces cuando “Primos”, que parte, como el anterior, de una situación anímica bajo mínimos despega y coge vuelo. El estudio de personajes es volátil, ingenioso y en ocasiones hilarante. El comando masculino vive entre la agonía amorosa, la paranoia y la indecisión, pero a ello se une en una mezcolanza sabrosa una permanente necesidad de soltar amarras y dejarse llevar por el más sano disfrute vital, lo cual se contagia al espectador. En el comando femenino están Inma Cuesta y Clara Lago, siempre dos pasos por delante de los atribulados protagonistas a la hora de lidiar cuitas sentimentales, aunque uno de ellos lo encarne un Raul Arévalo divertidamente contagioso. ¿Qué al guión se le ven las costuras? Pues mucho, la verdad. ¿Qué ese final armónico va contra el espíritu de la película y chirría? Bastante diría yo, pero ¿Qué aun así el conjunto se disfruta? Pues también, por cierto, mucho más que las pretenciosas y arrogantes propuestas del director y la subdirectora de nuestra academia de cine. Aunque no lo aparente, Sánchez Arévalo, aparte de extraer sentido del humor de sus-nuestros pequeños traumas (el lado oscuro ya lo exploró en sus anteriores films), demuestra conocer mejor de lo que parece el terreno que pisa. Ejemplo: Ya sabemos que su obra apunta decididamente a lo sentimental, por eso cuando el personaje de Inma Cuesta detecta que realmente se está jugando los cuartos, o sea su futuro amoroso, su vida, las frivolidades previas se acaban, y si hay que ir a la playa, se va, pero eso si vestidita de arriba a abajo y hasta el cuello. A eso se le llama capacidad de observación.   

miércoles, 9 de febrero de 2011

NUEVOS JINETES PALIDOS




 Una de las primeras novelas de la escritora Elvira Lindo se titula “algo más inesperado que la muerte”. Lo cito de pasada por lo evocador respecto del film que nos ocupa. Confieso que no me resulta facil comentar la última película de Clint Eastwood, “más alla de la vida”. Añadiré que incluso lo he pospuesto un par de semanas, como intentando atrapar el sentido último de un film tan grande y complejo. Con Clint además surge el problema de analizar sobre alguien con una imagen muy fijada en el aficionado y a quien todo el mundo cree conocer: sobre él se ha dicho todo y en apariencia se sabe todo. Por ejemplo respecto de esta película, se dice casi con unanimidad que supone un giro en su carrera, adentrándose en los límites del fantástico y lo sobrenatural, reflexionando sobre la muerte, algo al parecer novedoso en su cine. Una vez más, tremendo error. Hace ya algunos años leí una entrevista en la que se le preguntaba cual era su western favorito. Aunque afirmaba que había muchos que le satisfacían, al tener que decantarse por uno, sorprendió a más de uno al inclinarse por “los cuatro hijos de Katie Elder” de Henry Hathaway, y ello no solo por ser excelente, sino sobre todo por la trascendente e imborrable presencia que la madre muerta tiene a lo largo de todo el film, la cual va a ser vengada por sus cuatro hijos.
Declamar que es una novedad que Clint Eastwood diserte sobre la muerte y el más allá es sencillamente no haber visto su cine. Es más, supone haber olvidado que él mismo ha encarnado a la muerte en más de un film. En “el fuera de la ley” afirma ser el diablo y la muerte en persona, al igual que en “sin perdón”. Y en “el jinete pálido” su espectral aparición viene acompañada por un recitado del Apocalipsis: “y viajaba en un corcel blanco, su jinete era la muerte, y el infierno le seguía”. Supone olvidar asimismo que uno de los temas reincidentes en sus Films no es otro que el de la resurrección, cuestión que para Eastwood tiene un profundo significado moral y trascendente que va mucho más allá de la manida segunda oportunidad. Lo que ocurre es que con el paso del tiempo el sentido de sus parábolas avanzan no ya en una sola dirección, sino en varias, mostrando tapices complejos de dificil solución.
Ahora, y desde hace ya algunos años, el pistolero resucitado que actuaba como angel exterminador restaurando por la vía del mal un cierto orden ya no sirve, básicamente por ser sus tramas más complejas, pero sobre todo por que el contacto con la muerte trastoca y deja siempre malheridos a sus héroes. A medida que  avanzan sus films, matar resulta cada vez más doloroso y traumático, y por supuesto nada divertido. Y no estamos hablando solo de una cuestión ética, sino de una honda dimensión espiritual y de conciencia. Ver al respecto el final de “Un mundo perfecto” o “sin perdón” o el via crucis que supone todo el entramado de “deuda de sangre” o “ejecución inminente”.
El contacto con la muerte es contemplado por sus personajes desde una situación de progresiva zozobra, de condena moral, hasta llegar a un punto de no retorno que podemos contemplar en “Mystic River” o “el intercambio” alcanzando su punto culminante en “Million Dolar Baby”, auténtica declaración de principios sobre como afecta al alma del hombre vivir en primera persona la muerte de un ser querido. Y no estamos hablando de un director que trate de sacudir conciencias, antes al contrario, lo que se muestran son ya conciencias sacudidas, vapuleadas por la vida y la muerte.
Siguiendo su coherente propio camino trazado y como no podía ser de otra forma los personajes de “más alla de la vida” se encuentran en similar tesitura. Dos de ellos viven dos experiencias límite (un tsunami, la pérdida de un hermano gemelo) que afectarán a su vida cotidiana de forma radical. En lo que constituye un toque irónico que demuestra que Eastwood es “un tipo de los de antes” nos muestra a ambos intentando infructuosamente buscar soluciones y respuestas trascendentales a sus enigmas nada menos que en Google.
A estos dos personajes, hace algunos años, les hubiese salvado de las profundas simas en que se encuentran el justiciero que aun condenándose a si mismo, de forma enigmática y sobrenatural reinstauraba en la medida de lo posible algo parecido al previo orden natural. Sin embargo, aquí ese personaje está moralmente abatido y el ejercicio de su cargo le supone una carga pesadísima, hasta el punto de que, a parte de considerarlo una maldición, ni siquiera desea seguir con su profesión de parapsicólogo ya que “una vida basada en la muerte no es vida”. Para aliviar su dolor intenta desconectar, buscar un trabajo sencillo y apuntarse a cursos de cocina. Pero las sanas intenciones de esta última versión de este nuevo loner errático están abocadas al fracaso y el contacto con una joven en apariencia jovial y desenfadada, esconde una vez más un catálogo de torturas morales que cortocircuitan de raíz una posible relación. Su único consuelo como el mismo explica, lo haya en la lectura. “Shakespeare está muy bien, pero me gusta más Dickens…” dice. Para cualquiera que haya leído la obra de ambos la elección de este último define al personaje casi de forma definitiva.


Eastwood se emplea a fondo a la hora de describir lo que mejor conoce, el tormento de vivir y un estado similar a la orfandad tras palpar física y espiritualmente la muerte, tras sentir su seco impacto, y lo difícil de su digestión. Es por eso que su película, como muchas otras suyas, comienza de forma apacible, soleada y naturalista, para sufrir de pronto el acoso de una brutal amenaza, tan abstracta como inesperada y rotunda, la cual altera de forma irreparable el curso de los acontecimientos. Ejemplar y modélica toda la forma en que se desarrolla el comienzo del film, y una auténtica lección de cine el desarrollo del tsunami (lección que debería aprender más de un moderno, sobre todo algunos personajes que se consideran presuntamente especializados en el cine de catástrofes).
Para los gemelos británicos (cuya historia da de por si para un largometraje) el tsunami llega primero en forma de asistentes sociales, y después como accidente involuntario. Solo los maestros, y Eastwood lo es, son capaces de captar las sutilezas y complicidades existentes entre los dos hermanos, su relación con su madre y su postura de afianzamiento familiar ante la adversidad, con la economía expresiva y riqueza de matices utilizada en esta cinta. Otro tanto cabría decir del progresivo ahogo vital en que se va sumiendo el personaje que encarna Cecile de France. Y es que Clint Eastwood en el apartado formal y de puesta en escena, continua como en sus mejores tiempos, desarrollando un clasicismo envolvente y muy depurado, pero sobre todo sin desperdiciar munición innecesaria, guardando las balas (tomas) para los momentos oportunos.
Pero volviendo al fondo, de su complejo y poliédrico tapiz humano y geográfico, repleto de matices, resulta un panorama en el que ahora si, todos sus personajes, tras el azote de la vida y el susurro de la muerte, se convierten en auténticos, nuevos jinetes pálidos sin aparente rumbo fijo, mas allá de la interrogación y búsqueda de respuestas, razón por la cual el encuentro final fortuito entre los tres protagonistas no molesta, pues se reconocen en su angustia. Y esta no es en absoluto novedosa en su filmografía. Quizás por eso una de las escenas más escalofriantes de su cine es aquella de “mystic river” en la que un Sean Penn noqueado moralmente debe identificar el cadáver de su hija asesinada:” si, es ella, es katie, es mi hija”.
En este contexto, en “más allá de la vida” se insiste una vez más en subrayar el dolor de los vivos, su aturdimiento vital, frente a cierta placidez en el otro lado. Si la niña Caroline de “Poltergeist” no paraba de gritar y pedir ayuda desde el más allá para ser rescatada, aquí cuando ambos hermanos por fin se encuentran gracias a la ayuda final del loner atormentado, quien pide ayuda de forma angustiosa y desesperada es el vivo, mientras que el fallecido le responde “que no se preocupe, por que aquí la ingravidez es güay”. Aspecto que nos demuestra que las intenciones del film no van por el lado de dar explicaciones científicas sobre que hay más allá ni como es, sino sobre los efectos de la muerte en el más acá y lo arduo y doloroso que resulta emprender una misión íntima que vaya en busca de comprender la trascendencia desde lo humano hasta otra dimensión. Es en este apartado donde cabe decir que Eastwood se acerca a Bresson, a Dreyer y a Bergman, sin dejar de ser él mismo. También se nota que ha leido a Beckett, a Poe y a Withman. No se cuantas obras mayores nos quedan por ver del maestro, ya sobrepasa los ochenta. Por cierto, y aunque no venga muy a cuento, la última novela de Elvira Lindo, se titula “lo que nos queda por vivir”. 



jueves, 3 de febrero de 2011

ESCANDALO EN EL PLATÓ


“En ocasiones veo muertos” decía Haley Joel Osment, el niño protagonista de “el sexto sentido”. Yo de vez en cuando y más a menudo de lo que me gustaría veo películas malas, muy malas. “Morning Glory” es una de ellas. Se centra en el mundo televisivo y pretende a la vez ser ácida, cómica, mordaz y hasta sentimental, no logrando ni de lejos ninguno de sus propósitos. Lo mas prudente hubiese sido ignorarla, no haber ido a verla. Una vez vista, tal vez la mejor decisión sería obviar cualquier comentario sobre ella, pero a la vez considero que a este tipo de película en concreto no se la puede dejar pasar de largo sin recibir lo que se merece, vamos que no se libra. Se podrían argumentar muchas razones – les aseguro que hay toneladas –, pero una de las que más me motiva se centra en la aparición de un personaje-coartada, interpretado por Jeff Goldblum, que hace las veces de ejecutivo televisivo. Aunque su interpretación es correcta, es en mi opinión de lo peor de la película, básicamente por la sibilina función que cumple en ella. Se trata de un tipo cínico de aparente lengua afilada, descreído y sarcástico que se encarga de contratar, recibir y preparar a la recién llegada cenicienta productora televisiva para lo que se le avecina: Una tv ruinosa, con una parrilla deficiente y con profesionales maniáticos y pasados de ego. La realidad es muy distinta, pues a quien realmente se trata de prevenir es al propio espectador colocándole por la vía del aviso numerosas vendas y parches antes de que descubramos la basura que se nos viene encima en forma de múltiples heridas de dirección, guión e interpretación…
El mencionado personaje nos alerta (como si no lo supiésemos) de que la tv de hoy en día está llena de vicios y es de nula calidad. Pero cuidado, y aquí está la falacia, por que se nos viene a decir que aunque vamos a presenciar cosas delirantes y muy grotescas, ello no es culpa ni demerito de la película, sino del mundo televisivo que se retrata. Por supuesto el discurso no prospera y el vendaje no sirve, ya que si el quehacer catódico que se dibuja está degradado, la película no le va a la zaga, es más, está en sintonía de puro infumable. Dicho más claro: Narrar el día a día de una tv paupérrima no implica que la película que lo cuenta sea igual de penosa o incluso más. En “morning glory” no hay inconveniente. Así pues, aquí se considera muy gracioso ver como el hombre del tiempo da el parte meteorológico desde una montaña rusa o subido a un toro salvaje, y me refiero tanto a la ficción televisiva como a la propia película que lo asume con fervor y sin distancia irónica alguna…Y es que esta comedia, ni se atreve por el lado gamberro y dislocado, ni funciona en lo sentimental, aunque lo intente. Le pasa como al programa matinal,  un magazine donde aparentemente cabe de todo. En el guión, a mayores aberraciones en directo mayor audiencia televisiva. Pero ¿y en la película? Rotundamente no, lo que provoca que el sandwich sepa a caduco y se atragante sin remedio.
Peor se ponen las cosas cuando al final incluso nos intentan colocar mensajes. Esto nos permite jugar a un viejo juego. Lo denominaremos “si levantara la cabeza” y es muy sencillo. Vamos a ello.
Si levantara la cabeza Frank Capra, y viese como en “morning Glory” se pervierte y abusa en su mensaje final de que en el fondo, aunque friqui, el equipo de tv forma una gran familia y eso es más importante que cualquier suculenta oferta de contrato, alucinaría de lo poco que les ha servido a algunos directores ver tanto cine clásico.
Pero, ya que estamos, sigamos: Si levantaran la cabeza Carole Lombard, Rosalind Russell, o la Barbara Stanwick de “juan nadie” y tuviesen que escuchar que la tal Rachel Mcadams (de profesión su sonrisa) está llamada a ser la nueva reina de la comedia, supongo que pensarían que algo va pero que muy mal.
No digo nada, por que no puedo llegar a imaginar cual sería su reacción si levantaran la cabeza Howard Hawks, Preston Sturges, Billy Wilder, Gregory La Cava o mismamente el recientemente fallecido Blake Edwards y les sentasen juntos a ver la nula puesta en escena de la que algunos han calificado como la más hilarante radiografía del periodismo moderno, o algo así.
Para acabar, se puede seguir castigando el hígado de esta comedia anémica y en estado comatoso, pero no merece la pena. Y aunque se puede, no voy a hacer sangre de Diane Keaton y Harrison Ford, solo decir que ambos son ya lo suficientemente mayorcitos como para olfatear con suficiente antelación en que engendro se meten, y evitarnos el bochorno. ¿O es que en el cartel de su próxima película dirá “de los actores de morning Glory”?. Apuesto algo a que no.