viernes, 30 de marzo de 2012

LA HUMANIDAD EN PELIGRO





Aproximación a los hechos. Vamos a ver cómo se aborda esto. Parece que debo ir con cuidado. Con este texto puedo conseguir que me odien hasta mis vecinos de escalera. Es lo que tiene comentar sobre un paisano. Existen en el caso que nos ocupa sensaciones encontradas y a su vez evidencias que pesan como una losa. Y sobre todo cierta sensación de responsabilidad añadida que debe ser eliminada de inmediato en busca de cierta ecuanimidad. Mucho tiempo ha pasado desde que supe del último proyecto de Nacho Vigalondo. Sucedió hace 3 años en el estreno de su primera película. Lugar: el Palacio de Festivales de Cantabria. Allí un amigo del director soltó la primicia sobre que estaban preparando una de extraterrestres muy potente. Al parecer, nada que ver con todo lo que se hubiese visto hasta el momento. Después he escuchado al propio Vigalondo hablar sobre el proyecto. Mas o menos vino a decir  que su intención a parte de divertir, es dejar al personal en estado de ingravidez total, como de atmosfera cero flotando por toda la sala. Una experiencia total realizada con un presupuesto mínimo. La gracia no está en reproducir sus declaraciones sino verlo a él en acción explicándose con su particular y genuino gracejo.Lo cual no debe en modo alguno condicionar la valoración de la obra fílmica.
No obstante, desde luego, si algo hay que reconocerle a Vigalondo es que ha sabido construirse un personaje francamente audaz y entretenido que dice cosas. Y mucho más culto de lo que aparenta. Una entrevista con él resulta extraordinariamente jugosa. Nunca sabes cuando habla en broma o en serio, y esa sensación acompañada de una gestualidad inimitable lo han convertido en todo un crack mediático. Su  sabrosa narración de una entrevista con los hermanos Tony y Ridley Scott,  para gestionar la versión americana de “los cronocrímenes” es simplemente una delicia. Absolutamente envidiable. Estamos ante un publicista de primera clase  que sabe como autopromocionarse y vender el género como pocos. Y si Warner o Hitchcock lo hacían contínuamente, todo el mundo tiene derecho a promocionar a su modo su celuloide. Lo curioso es que eso genera una expectativa. Y si nos fijamos, finalmente el autor no vende género alguno, sino su propia performance.













Aunque su formación la ha completado casi en su integridad en el Pais Vasco, no pierde ocasión para hacer mención de su pueblo, Cabezón de la Sal, Cantabria (el que tenga ocasión que lo visite, merece la pena). Es más, en su última película “Extraterrestre” un personaje muy agobiado dice que no le van a volver a ver el pelo, que pasa de todo y se marcha para siempre a su pueblo de Cantabria.
Luego estamos ante la crítica de la última película de un paisano, y que encima y sobre todo por aquí, al norte del norte, cae muy bien a todo el mundo. Aun así y como es costumbre no debe temblar el pulso.
Muchas son las películas actuales que causan decepción por falta de ideas. No es el caso de “Extraterrestre” que al menos puede presumir de que contiene dos. Es una lástima que la primera no aparezca ni siquiera en el celuloide. Pero puesto que vivimos en un sistema de mercadotecnia donde el producto viene empaquetado desde el trailer hasta las pegatinas, el dvd, etc, hay que reconocer que este film tiene un poster atractivo y resultón, a la altura de su director, vendedor nato. Desde luego sirve para su propósito y lo cumple al cien por cien. En la parte superior del cartel un ovni. En la parte inferior los cuatro protagonistas con cara de despistados. La idea original consiste en que del ovni salen unas ondas cada vez mayores (cuyo objetivo es la abducción del espectador) que en realidad son diferentes comentarios de prensa sobre el film. Los hay que no tienen desperdicio: “el Woody Allen de la ciencia ficción” “te provocará el síndrome de la risa tonta” o “la prensa internacional se rinde ante Vigalondo” “la mejor y más provocadora comedia del año”.
Como siempre, uno nunca sabe que grado de ironía y que dosis de verdad hay en ello, aunque me inclino por lo primero. De todas formas, la idea de ironizar con los mensajes publicitarios de prensa como idea de abducir al espectador resulta original y curiosa. Con todo ese bagaje previo uno se sienta a ver “Extraterrestre” the movie que, lo olvidaba, lleva como eslogan en el propio póster “una marcianada de Nacho Vigalondo”. Todo este paquete promocional previo a estas alturas del partido, no es que condicione, faltaría más. Pero si es cierto que si uno ya compró las entradas con cierta voluntad, como que anima la sesión.
Aunque lamentablemente y pese a los buenos propósitos, la alegría dura poco. La película comienza bien, con un aire agradablemente onírico, extraño y dubitativo, obligando al espectador a hacerse muchas preguntas sobre lo que realmente pasa ante una situación confusa. La premisa no obstante es sencilla. Dos personajes a los que luego se unirán otros dos despiertan ante una situación desconcertante. No se conocen y descubren que sobre el cielo de Madrid hay varios ovnis. Las calles desiertas y los comportamientos extraños funcionan a la hora de crear una atmósfera enrarecida, una especie de horror vacui surreal durante diez minutos. Justo lo que tarda Vigalondo en destapar el tarro de las esencias y aportar la única gran idea del film: los marcianos somos nosotros. El comportamiento, la actitud y las reacciones de los cuatro protagonistas son absolutamente extraterrestres. Y sobre todo cuando interactúan entre ellos, aunque utilicen el mismo lenguaje, no se comunican ni llegan a poder entablar una mínima conversación inteligible y sensata. Se podría decir que cada uno pertenece a un planeta diferente. Por cierto, que el macguffin sobre el que se basa el film, la presunta invasión extraterrestre, es totalmente superfluo y no aporta absolutamente nada a la trama, la cual podría haber funcionado sin esa idea perfectamente. Se trata de un truco de guión que solo sirve de coartada para desarrollar una peripecia estirada hasta lo imposible y en la que cualquier absurdo tiene cabida. Por cierto, que ya puestos, creo que si los extraterrestres te cortan el suministro de energía eléctrica, no se que pintan todos diez minutos después viendo  la tv de plasma y con luz en casa. Pero en fin.











Aun así, si nos agarramos a esa atractiva premisa, que es de buena ley, al menos sobre el papel permitía dos interesantes opciones o lecturas. O una seria y profunda reflexión sobre el desconcierto, el aislamiento y la incomunicación humanas, o bien un cáustico e irónico análisis sobre el absurdo cómico de nuestra existencia. Vigalondo comete el gravísimo error de no saber muy bien con que carta quedarse. Ni apocalíptico ni integrado, no se decide por ningún tono y ello convierte al film en un híbrido sin personalidad y a la deriva.
Sobre la base de personajes con encefalograma plano se pretende construir algo parecido a una comedia del absurdo marciano total. El problema es que la fórmula no funciona y pronto se atasca haciéndose repetitiva, a lo que no ayudan precisamente los actores. Y eso es lo peor que le puede suceder a cualquier comedia. Introducir causas, efectos y reacciones al estilo de los hermanos Coen sin su sutileza lleva por fuerza al fracaso. Como no soy médico no se que es lo que realmente necesitaría está película con las constantes vitales progresivamente bajo mínimos para cobrar vida y resucitar: No sé si un masaje cardiaco o una inyección de proteínas, pero el caso es que hay momentos en los que parece necesaria respiración asistida y con carácter urgente. Sí que detecto que las arritmias narrativas son constantes y los bajonazos de tensión alarmantes. La presión arterial llega a estar por los suelos. Y para colmo, por desgracia a esta cinta muy enferma de muchos y variados males aun le queda tiempo para sufrir un par de cólicos nefríticos cortesía de su director.
Es entonces cuando Vigalondo, traicionando su planteamiento marciano saca su vena cinéfila y nos dibuja el clásico triángulo amoroso con dos vértices masculinos y un ideal femenino. De este modo y para rematar la faena, esta pieza aparentemente vanguardista y moderna recurre a modelos y formulas canónicas con clara inspiración en el clásico de los clásicos: Nada menos que Casablanca y su final de toda la vida. Solo que aquí hay un grave inconveniente. La historia de amor que nos presenta está muy mal diseñada y los actores no la hacen creíble en ningún momento, sobre todo por una alarmante falta de química. Siendo Vigalondo todo un personaje un tanto marciano, y un más que aceptable actor, aun no entiendo por que no ha encarnado al protagonista. Todos hubiésemos salido ganando.












Que “Extraterrestre” sea aplaudida en festivales y saludada como una vanguardista, refrescante, minimalista y novedosa comedia del absurdo confieso que constituye para mi un auténtico misterio ovni y desde luego me deja perplejo. Sobre todo por que viendo los resultados que arroja no es que estemos ante una marcianada culta e irónica como pretende su director, sino ante una historia sin brújula y efectivamente absurda (no del absurdo) que es muy distinto y el matiz importa. Por cierto, viendo el plano final, no se que pensarán Daniel Sanchez Arévalo (Azuloscurocasinegro) y Fernando León (Los lunes al sol), pero vamos que igual les suena y mucho. Todo ello además con un estilo muy alejado de un lenguaje genuinamente fantástico.
Ante la contemplación de esta película uno entra en regresión. En mi caso supone una vuelta a aquellas tardes de juventud visionando cortos en el pub “Canela”. Una vuelta o regresión inesperada a aquellos supuestos maestros de la imagen muy pagados de si mismos y obsesionados con practicar un cine “distinto” que  según ellos revolucionaría la expresión visual y que a mi me aburrían soberanamente. Tarde tras tarde, bodrio tras bodrio. “Extraterrestre” es otro más de esos cortos aparentemente diferentes e igual de fallidos, pero de 90 minutos. Válido para un principiante de 17 años, pero inoperante como presunta película de culto.



El poster no mentía. Una auténtica marcianada, desde luego. Pero muy poca humanidad y casi nada de personajes de carne y hueso que aporten cierta garra al conjunto. A uno, ante el sopor, no le da tiempo ni a preguntarse aquello de “¿Qué harías tu en un ataque preventivo de la URSS?”. Un toque de cierta sensibilidad, de humanismo no le hubiese venido mal al proyecto. Pensando en ello, para compensar y para que esto no quede muy agrio y pesimista me he acordado de algo más carnal e interesante: Chrissie Hynde, uno de cuyos temas va justamente por el camino inverso. Curiosamente se titula “Human” y por eso se trae aquí . La he preferido a ella aunque es cierto que San Miles Davis también tiene un tema de igual título. Va dedicado a terrícolas y marcianos en general y muy especialmente al paisano, a ver si endereza el rumbo antes de que estos proyectos le supongan caer definitivamente en un agujero negro sin retorno y su salida suponga coger el desvío a ninguna parte.          

jueves, 15 de marzo de 2012

DEMOCRACIA A LA CARTA






Hacía un tiempo que no se comentaba por aquí una película de estreno. Por descontado, había una razón. Estaba enfadado. Con el cine de estreno y con el sitio donde voy a ver el cine de estreno. Lo curioso es que estos cabreos infantiles son completamente inútiles y absurdos. Yo me lo guiso, yo me lo rumio, y como todo personaje voluble pasado un tiempo yo solo me apeo del burro y me olvido de mi lado obtuso. La verdad es que el asunto tampoco era tan grave ni da para tanto. Y encima he hecho trampa. No por negarme a ver cine de estreno durante dos meses eso significa que no haya visto cine. Lo he visto en casa, at home, cosas varias y clásicos que tenía pendientes. Pero el caso es que he estado casi dos meses sin ir al cine. Y no pasa nada.
Pero pongamos las cosas en su contexto. Vamos con las razones del enfado, que no son otras que el hecho de que durante los meses de diciembre y enero tuve una sensación creciente de que con cada película que iba a ver me estaban tomando el pelo descaradamente y previo pago. Incluso más de lo habitual. Y como ya decía Godard que ver una película debía ser un ejercicio moral e íntimo de tú a tú entre el film y el espectador, me lo tomé como algo personal. Siguiendo el consejo de una frase lapidaria que repite sin cesar una amiga de la que se sienta conmigo en el cine que dice “lo contrario al amor no es el odio sino la indiferencia”, decidí que esas películas que me habían sacado de mis casillas no iban a recibir ni la consideración de que les dedicase ni media línea. Y ya afirmo que algunas han sido de grandísima actualidad. Pero ah, como estaba enfadado…Pues ahí se han quedado. Y mejor no remover el asunto sobre algunas de ellas. Dejémoslo estar.
Para colmo, cuando por fin decido abrir la veda y vuelvo me encuentro con un capricho del destino. Ahora es el cine el que está enfadado conmigo. Y a punto de entrar a la sala para ver “Young adult” me cuentan una historia muy larga sobre que se ha estropeado la copia digital, que el proyector de la sala no va, que no hay proyección y que como llego con el tiempo justo no puedo ver ni esa ni otra. Segundo enfado light, en este caso con los multicines de marras. Igual, pienso, es que yo soy también un poco young adult. No lo descarto.


 El caso es que mi vuelta al cine coincide con ¿a ver? ¿como? Atiza, con el mismo tipo que protagonizaba la última que fui a ver antes del cabreo. El del nespresso. O sea George Clooney segundo asalto. Y encima aquí también dirige. ¿Me coloco ya los guantes y el equipo completo de full contact para la ocasión? ¿Empiezo a disparar los bazocas y toda la munición a saco? O eso, o me atengo al pretencioso subtítulo de esta página. Ya saben “un espacio de crítica cinematográfica”. Que conste que el blog me lo diseñaron de arriba a abajo pero la frasecita se me ocurrió a mi solito. Ahora no valen excusas.
Vamos en serio. La verdad es que tenía verdadero interés por ver “Los idus de marzo”, y todo lo demás son florituras. Me atraen especialmente estas historias que diseccionan y analizan la gestión de la cosa pública. Los mecanismos y entresijos que se ocultan tras las democracias occidentales. Clooney director parece dispuesto a mostrarnos todo el conjunto de servidumbres, arribismo, alianzas a contrapelo y fontanería de baja estofa que se cuece en torno a una campaña electoral. Y como es muy liberal y progresista, decide que el partido se juegue en casa. Por tanto opta de modo aparentemente valiente por dibujar las sucias trincheras de su propia y confesa opción política, lo que apunta a una pretendida reflexión autocrítica. Y nos muestra el teatro y las bambalinas de la política, ahí donde se cocina y se le vende al público un producto higiénico y transparente, políticamente correcto e impoluto en las formas. Calculando todas las posibles variantes y atando bien todos los cabos. Un sistema donde todo debe estar perfectamente previsto.








El asesor de campaña que interpreta Ryan Gosling (correcto) dice estar “casado con la campaña”. Su papel es desatascar tuberías, aportar ideas brillantes, y por supuesto anularse a si mismo como persona si es necesario rompiendo con todo ideal propio en función de un solo objetivo: ganar. Aunque bien mirado,  este no tiene ideal que romper por que carece de ellos. Interpreta y falsea desde el minuto uno. Y juega al despiste y oculta verdades sin pestañear incluso al propio candidato, que cuando le pregunta como va la campaña le miente dos veces. La primera vez contesta, “estupendamente”. Y cuando el candidato, que no es idiota, le pide la verdad, pues le vuelve a mentir: “muy bien señor, incluso mejorando las expectativas”.
Estamos ante un film elegante en el que se juegan varias partidas de ajedrez simultáneas, y en el que cada personaje tiene sus propias aspiraciones y juega sus cartas. Se agradece la limpieza de estilo, sobrio y de calidad. Y sobre todo se agradecen las buenas interpretaciones de sólidos actores. Podría decirse que Clooney mete el dedo en la llaga y pone en tela de juicio los vicios numerosos de los procesos democráticos. Podría decir que este es un film adulto que aborda cuestiones esenciales y que es muy valiente sacarlas a la palestra y denunciarlas. Se podría añadir que el maquiavélico juego de equilibrismo que se practica sobre el alambre revela un conocimiento profundo de lo que se habla. Incluso si me despisto podría aseverar que estamos ante un severo correctivo, un soberano ejercicio de autocrítica, meticuloso y audaz. Excelentemente interpretado y solvente. Bien mirado parece que la crítica es puntillosa y no deja cabos sueltos, sobre todo en lo referente a las relaciones con el cuarto poder. Hasta el título parece perfecto, ya que parece avisar al espectador que si hubiésemos estado atentos a esos augurios que muestra la película, igual hoy no estaríamos padeciendo el vía crucis actual. Por cierto y ya que hablamos de lo de la prensa. No me importaría ver una precuela o secuela (me da igual) protagonizada por el personaje de Marisa Tomei. Por pedir que no quede.  




Sin embargo y pese a todo, surge una y otra vez una pregunta. Esta película nos muestra como confeccionar un líder prefabricado, políticamente correcto, intachable, y la oscura trastienda de todo ello. Ya, pero una vez visto ¿y si me da por pensar que la propia película es igual? Es decir, que la propia película es como el candidato que se describe, prefabricada y empaquetada para que me crea que estoy viendo, no una estupidez más, sino un producto adulto, serio ,comprometido con su tiempo, crítico con el sistema y audaz en el análisis. ¿Cabe la posibilidad de que esta película sea en el fondo una candidata de cartón piedra? ¿Es posible que George Clooney director sea y actúe en el fondo como Ryan Gosling en la película?
La respuesta por desgracia es sí. Rotundamente. Y esa es la razón de que casi todo lo dicho un poco más arriba esté escrito en tiempo verbal condicional y amenace con esfumarse.
Mala suerte Clooney, que le vamos a hacer. La vida tiene casualidades imprevistas. Una de ellas es que mientras atravesaba el periodo de enfado, he leído un libro de Stefan Zweig dedicado a Fouché. Para quien pueda estar interesado, lo publica la editorial Acantilado y su título es “Fouché, retrato de un hombre político”. Un personaje que se movió con astucia inigualable antes, durante y tras la revolución francesa. Intrigante, carente de escrúpulos, tránsfuga profesional y capaz de retorcer sus argumentos hasta el límite de poder servir a causas antagónicas, en ocasiones a un mismo tiempo. Un tipo brillante, oscuro y malévolo que sirvió tanto para aconsejar a Robespierre como a Napoleón, y que supo a la vez conspirar a espaldas de ambos en función de sus intereses. Un ser absolutamente amoral, que navegó con firmeza en tiempos convulsos y cuya lectura, diagnóstico y conclusiones deja las andanzas de Ryan Gosling y a la película de Clooney en un juego de niños pequeños, casi en un chiste. Aunque en ambos casos no se nos está contando nada novedoso, la radiografía implacable de Zweig es de muchísimo mayor alcance que la más pedestre y sobada de “Los idus de marzo”. Hay además una diferencia sustancial. Y es que lamentablemente George Clooney director y su guionista juegan con el espectador e intentan dárnosla con queso.    


Y aquí viene lo peor. Lo anterior en el fondo no es grave. Se puede pasar por alto que el film no aporta nada que no supongamos o que no nos hayan contado en otras ocasiones. Lo que resulta intolerable es que exista trampa ideológica de muy baja estofa. Y las consecuencias de ello. A ver si lo explico, aunque ya aviso que desvelo un giro de la trama.
En su autopsia sobre la salud ética de los procesos electorales, a George Clooney no le basta para emitir su dictamen pericial con un examen de la faceta pública del candidato. Su estudiado programa electoral, las promesas prefabricadas, las frases hechas para conquistar, las calculadas y programadas respuestas en las entrevistas, el carácter de representación “teatral” de todo el proceso, la codicia del animal político. Todo eso debiera servir para sondear el tema. Al menos a mi me basta. Pero a Clooney director y a su guionista no. Como si lo anterior fuese insuficiente o de segundo orden, necesitan dar un paso más. Hay que meter carnaza. Para el caso, un desliz sexual con una becaria. O sea un asunto personal. Y a partir de entonces, y no antes, el director se encarga de que veamos al candidato de otra manera. Esa es para él la puntilla. Luego Clooney terminará cuestionando no solo el aparato burocrático y la gestión pública (que sería lo procedente) sino que se centra muy especialmente en una conducta privada, auténtico plato fuerte de la función. Y claro, pretende que le acompañemos en ese viaje.


Es justo en ese momento cuando descubrimos que el director no es el impoluto demócrata autocrítico que dice ser sino un personaje muy conservador y machista. La dudosa gestión de lo público, las trampas y los manejos políticos le resultan insuficientes para articular su discurso y necesita valerse de un asunto privado de faldas para poner en tela de juicio a su personaje, y que desconfiemos de él. Lástima. Da la casualidad que a mi poco me importa si el gobernador tiene un desliz o no. Me da igual y es irrelevante de cara a sacar conclusiones sobre los temas puestos sobre la mesa. Lo triste es que Clooney no piensa igual. Si estos son los progresistas de última hornada, apañados estamos.
Y si alguien cree que le llamo machista de forma gratuita, pues de eso nada. Ahí va el justificante: este director se cuida muy mucho de no mostrar la faceta privada sexual del gobernador y sus deslices. Pero curiosamente no hace lo mismo con la becaria. Con esta no hay miramientos. Y en un ejercicio de machismo ultra sin precedentes George Clooney nos presenta a una becaria depredadora, activa sexualmente y clara provocadora del encuentro sexual. Lo sabemos por como toma la iniciativa sexual con Gosling: “El bar de mi hotel es el mejor, deberías pasarte una noche a tomarte una copa” dice ella insinuante. Gosling contesta confuso “¿Cuál es la mejor noche?” la becaria responde firme “esta misma noche, te he grabado mi número en tu nuevo movil ¿de acuerdo? llámame”. Para disipar cualquier duda la chica lo deja claro durante la cita “hace tiempo que tengo ganas de follar contigo” afirma con total solvencia. Y lo sabemos por como se toma el encuentro sexual: riendo le dice a Gosling tras una noche de cama y cuando este trata torpemente de aclarar que aún no hay nada entre ellos “no hay problema, sexo sin compromiso, perfecto”. Para luego añadir maliciosa “¿No está nada mal y tiene peligro eso de tirarse a una becaria eh?”.
Luego ya tenemos claro como pudo comportarse con el gobernador. Exactamente igual. Esa diferente forma de tratar a los protagonistas del desliz revela mucho y no precisamente bueno. Pero claro, Clooney pese a todo es amigo personal de Clinton.  Critica el sistema pero eso no le impide comer de vez en cuando con el ex presidente. Me parece que con Mónica no. Y el guión tropieza seriamente cuando en el tercer acto, y viendo lo que hemos visto, se nos pretende transformar a la becaria de depredadora sexual y ambiciosa en víctima llorosa y baja colateral.
  













Es una verdadera lástima por cuanto el film contiene muy buenos momentos, ritmo y acertadas interpretaciones. Y retrata la codicia y el sucio manejo de cartas marcadas con cierto tacto y frialdad en la exposición. El problema es que la película es como el candidato que nos muestra. Está perfectamente diseñada para que nos traguemos el anzuelo de la presunta “qualité”. Para que salgamos del cine pensando que hemos visto un cine más culto, más serio, aseado y muy bien planchado. Con la corbata en su sitio, la frase precisa y la réplica oportuna. Muy bien afeitado, con un apurado perfecto y el toque justo de colonia. Y es que ya lo dicen los que saben, haciendo publicidad se aprenden muchas cosas. La primera, que hay que saber vender el producto. Por tanto no hay problema, eso a nuestro hombre se le da de maravilla.  

viernes, 9 de marzo de 2012

EL INFIERNO EN FLORIDA


La naturaleza humana presenta múltiples y variadas caras. Algunas ciertamente siniestras. Al diagnosticar la dialéctica que se produce entre civilización y barbarie puede resultar ilustrativo de que modo tan distinto veían el tema Freud y Hobbes.  Para Freud toda violencia existente en la naturaleza humana es una expresión directa de nuestros primarios instintos agresivos. En “El malestar en la cultura” dice explícitamente que la sociedad civilizada se ve perpetuamente amenazada por la desintegración debido a la hostilidad primaria de los seres humanos. Por ello, la labor de civilizar no es sino un continuo esfuerzo en múltiples direcciones por aplacar y reprimir en la medida de lo posible esos instintos primarios agresivos, tratando de imponer la razón. Por eso Freud siempre describía el cerebro humano como una olla a presión, por que la violencia está siempre latente.
Sin embargo Hobbes, quien afirmaba que el hombre es un lobo para el hombre, no considera que la violencia sea un rasgo espontáneo ni natural, ni mucho menos esencial. Para él, el hombre es violento o puede llegar a serlo por que es inseguro y no se fía ni de su entorno ni del prójimo, y considera a la sociedad y al otro como hostiles, aun cuando no lo sean. Para Hobbes la violencia opera muchas veces como reacción y hasta como mecanismo de defensa. Y utiliza como ejemplo muchos animales, anfibios y peces que también poseen sus propios mecanismos de defensa violentos simplemente para protegerse, para defenderse de una posible hostilidad agresiva que aun no se ha producido. Y es que sin ir a grandes pensadores, el cantante Rosendo ya nos dice muy claro y sin divagar en una canción que a veces “el ser humano  está muy estropeado”.   








En lo que si coinciden ambos es en que una de las pruebas más palpables de la peculiaridad de la naturaleza humana es su capacidad única para la tortura, para el ensañamiento gratuito. La violencia puede aparecer en los átomos, las células, los animales, los elementos naturales, en los astros y hasta en el cosmos. Pero solo el género humano ha sido capaz de ensuciar hasta extremos incalculables el concepto de violencia propio de la naturaleza convirtiéndola en abominable tortura innecesaria. En una abyecta demostración de atrocidades.
¿Cuándo se va a manifestar? Nunca se sabe. En cierta ocasión apareció con el comienzo del año. El día uno de enero de 1923, el pueblo de Rosewood, condado de Levy, estado de Florida, Usa, amaneció sin sospechar lo que se le avecinaba. En una zona donde los blancos y los negros convivían, dentro de lo que cabe, con aparente calma no exenta de cierta tensión racial latente que siempre flotaba en el ambiente, se desató la barbarie. Una chica joven de raza blanca del pueblo vecino de Summer acusó a un hombre de raza negra de haberla golpeado y hasta violado. En principio se sospechaba de un fugado de una carcel cercana de nombre Jessie Hunter. Pero los ánimos se fueron calentando y la espiral de violencia se desató sin límites. Se organizaron batidas para dar caza al supuesto agresor, incluso con gente venida de pueblos cercanos. Pero al no aparecer este, la ceguera y la ira en su máxima expresión tomaron Rosewood al asalto. Y sobre todo cuando apareció el Klan comenzó una feroz caza sin cuartel de todo hombre, mujer y niño de raza negra, sin distinción alguna, salvo claro está, la del color. El pueblo fue incendiado y quedó devastado por las llamas, y se cuentan por decenas los linchamientos, los torturados, los ahorcados y los abatidos a tiros. Los que no perdieron su vida lo perdieron todo. Lo espeluznante es que hubo tiempo hasta para sacar fotos.







Decía George Steiner que el hombre acorralado se vuelve elocuente. Curiosamente, la salvaje carnicería tuvo respuesta. Los negros parece ser que en la medida de lo posible se agruparon y se defendieron. Y eso provocó un clima de guerra racial sin cuartel que duró más de una semana y en el que los blancos dieron rienda suelta al catálogo más abyecto de sus más variados instintos primarios ultraviolentos. No hubo compasión ni con ancianos ni con niños, muchos de  los cuales salvaron su piel huyendo como pudieron. La masacre de Rosewood provocó un éxodo de la población negra de Florida hacia otros lugares sin precedentes.
En el colmo del sarcasmo, la versión oficial reflejó que en los “incidentes” habían muerto solo seis personas. Los supervivientes aseguran que más de 150. Nadie fue juzgado por los ajusticiamientos. Repito, nadie. La justicia es lenta, lentísima en muchos casos. Tanto es así que en esos supuestos no puede llamársele ya ni Justicia. Tras muchos años de lucha y con el apoyo de la prensa, en 1994 se inició un proceso que culminó tres años después con una indemnización del estado de Florida a los descendientes de los atropellados por la barbarie racista. Hoy en el centro del pueblo de Rosewood hay una lápida que recuerda los sucesos, con el nombre de algunos (no todos) de los caídos (perdón ajusticiados).







Esto, aunque no lo parezca, continúa siendo una página de cine. Tras el éxito cosechado con la modesta “los chicos del barrio” y la interesante “Semillas de rencor” el director afroamericano (léase negro) John Singleton se propuso acometer su proyecto más personal y ambicioso. Lárgamente acariciado. Llevar a la pantalla la masacre de Rosewood, narrada con todo lujo de de detalles y contando minuciosamente todo lo que realmente pasó. Warner Bros se hizo cargo del proyecto para mostrar la tragedia en toda su magnitud. La película se rodó en los escenarios naturales cercanos a Rosewood. Incluso algunos maestros se interesaron por el tema y se ofrecieron para trabajar en el film. Es el caso de John Williams, que compuso para la ocasión una banda sonora maravillosa mezcla de sonidos tribales, harmónica, banjo y gran orquesta que resulta modélica y extraordinaria. Otra más se podría decir, y sería cierto.
Los primeros minutos del film son sencillamente soberbios. La acción se sitúa el día 31 de diciembre, justo el día anterior a los hechos. Y se nos dibuja una comunidad de aromas plácidos, de verdes praderas y de costumbres arraigadas. La llegada del tren, el herrero en su labor, los niños a la escuela, la campana que toca a misa, la compra en la tienda de ultramarinos, las labores agrícolas… Muy sabiamente Singleton introduce la figura de un extraño que no quiere dar su nombre y se hace llamar Man (o sea hombre) que encarna Ving Rhames, y que llega al pueblo al más puro estilo cowboy solitario. Parado ante un cruce de caminos, típica encrucijada de western, un indicador le hubiese llevado a Summer, el otro, el que finalmente tomará le acerca a Rosewood. Va a caballo y no tiene coche por que según dice “no tengo ninguna prisa”. Y se le utiliza como hilo conductor que nos presentará al resto de personajes. Desde el ama de cría negra, esa anciana que ha traido al mundo a blancos y negros y a la que todos parecen respetar, pasando por el comerciante y terrateniente blanco, avaro pero de buena reputación (Jon Voight) hasta un sheriff complaciente que parece tener la situación controlada.


La anciana le llega a decir al forastero que se busque una buena mujer y que se establezca en Rosewood “hágame caso, esto es lo más parecido al cielo que los negros conocerán en la tierra”. La frase tiene miga y encierra mucha sabiduría. Y por supuesto la anciana sabe muy bien de lo que habla. Ese panorama falsamente bucólico es en realidad un tanto irreal. Todos parecen interpretar un papel, su papel, como en “El show de Truman” solo que aquí todo es real. Y la señora sabe que salirse del guión que la vida les ha asignado puede ser muy peligroso. Y lo vital que para ella es callar a tiempo. De este modo, si ya Singleton apunta con leves pinceladas cierta tensión contenida que se mastica en el ambiente, las cosas darán un giro progresivo cuando se produce la denuncia de violación.
Singleton nos muestra un panorama muy similar al de “La jauría humana” o “Con él llegó el escándalo” sobre todo a la primera .Y dibuja un diapasón que va desde la placidez hasta la histeria colectiva sin perder nunca el control a la hora de subir el tempo de la tensión. El sheriff y el terrateniente blanco marcan un tanto la pauta. El primero (Michael Rooker) intenta mantener la cordura mientras puede entre los vecinos, e incluso frena tímidamente las primeras avalanchas en las que se organizan las primeras batidas con perros. Pero no solo se verá superado ampliamente por los dantescos acontecimientos, sino que demuestra que en el fondo solo su estrella le impide hacer lo que realmente le apetece y sumarse al festejo. Sin embargo, el comerciante que con buenos modales se aprovecha un día si y otro también de la población negra con sus negocios, finalmente será el único que adoptará lo que podríamos llamar “una postura Schindler” escondiendo a algunos negros en su establecimiento, dato que al parecer sucedió.


Siguiendo una progresión dramática intachable e implacable, Singleton nos traslada poco a poco hasta el abismo, hasta el mismo centro del corazón de las tinieblas. Allí donde se ha instalado el todo vale y el sálvese quien pueda. Las escenas de las batidas contra los negros o el asedio con armas de fuego, antorchas y perros a la casa del predicador-activista negro (Don Cheadle) resultan cinematográficamente espeluznantes e impecables en su plasmación fílmica. Aquí no se hace una glorificación estética de la violencia, sino que esta siempre tiene un marcado carácter dramático. Y ese es el acierto del film. Singleton no se corta en las escenas violentas. Pero la repulsión que producen en el espectador es más moral que física o visceral. El director desea dejar claro el rechazo que produce el ahorcamiento o la quema de un hombre. Su reflexión sobre la violencia es incontestable.




Es una lástima por ello, que la cinta pierda algo de fuelle en el último tercio, cuando reaparece el hombre sin nombre para salvar a algunos inocentes y repartir cuatro tiros en plan vengador (aunque sea cierto que los negros por una vez se defendieron). Ese aspecto, aleja al film del monumental documento que había sido hasta el momento y lo acerca solo por unos instantes a los cánones del western tradicional aunque ciertamente espectacular. El tratamiento del formato panorámico es otro de los aciertos de esta cinta, donde el hermoso paisaje local juega un papel fundamental en contraposición al drama. Aun así, existe una cierta voluntad de cerrar todas las tramas de forma convincente, incluida la amorosa. Y esas convenciones finales muy propias de Hollywood más que sumar restan.
Sin embargo, todo ello no empaña en absoluto la valoración global del film, que se muestra compacto, vibrante y recio. Y narrado con gran solidez. Se ve que Singleton bebe de los clásicos y no del cine afroamericano que se realizaba en esos años a la sombra del éxito de Spike Lee y que pronto pasó a mejor vida. La película concursó en el festival de Berlin. Y aunque no fracasó si es cierto que pasó un tanto desapercibida.



Con este film John Singleton dio lo mejor de si mismo dibujando un collage audovisual y narrativo de gran potencia lírica y épica. Una película a la postre muy hermosa, aunque no sea redonda. También firmó su sentencia de muerte como cineasta tras el fracaso de la cinta precisamente en su pais. A partir de entonces cayó en desgracia. Mejor ni pensarlo. Ahora malvive como un esclavo de los estudios que lo llaman cuando hay que hacer una película “de negros”, caso de las deficientes “Sahft” o “Cuatro hermanos”. Hubo un tiempo en que supo hacerlo muchísimo mejor. Igual es cuestión de implicación. En el pais que ahora disfruta (o no), de un presidente negro, visto lo visto y conociendo la situación actual del director parece como si casi un siglo después casi nada hubiera cambiado. Aunque ahora las formas de explotación son otras.
       
Conservo esta película en una copia que me hicieron de vhs a dvd bastante penosa. La copia en vhs la grabé de un pase en tv hace años. De esos en los que se les ocurre poner una película a las dos de la mañana. Como no bajo películas de la red agradecería que de una puñetera vez Warner home cinema o quien tenga los derechos se digne a editarla en dvd. Tal vez piensen que la película es muy mala. O igual es que el asunto no merece demasiado la pena…También puede que yo sea un poco retorcido, que no lo creo. La verdad es que rsultan muy curiosos estos despistes.