En este caso no se va a hacer uso de citas clásicas. Ni Afrodita, ni Venus ni Casiopea. No es necesario. Julio Iglesias trató la cuestión y fue muy rotundo. Tal vez de forma menos hermosa que cualquier poeta griego o romántico, pero lo dijo mucho más claro: “Me gustan las mujeres, me gusta el vino”. Lo que no se comparte aquí es la estrofa que sigue “y si tengo que olvidar bebo y olvido”. Se comprende pero es que aquí de lo que se va a tratar es precisamente de lo contrario. Vamos a recordar, hay cosas que no merecen el olvido. En este caso, el asunto surge por cuanto algunos comentarios sobre las dos musas de Claude Chabrol, su obra y su fetichismo dejaron el asunto a medias y ello obliga a completar el mosaico femenino. Invita a coger el desvío que conduce a una autopista recién asfaltada que conduce al museo del recuerdo cinéfilo. Una especie de ruta 66 a la francesa en la que se hará un repaso rápido a "las otras". Las que aparentemente podrían denominarse no musas de Chabrol. Ya se comentó en las dos entradas anteriores dedicadas al francés que su obsesiva fijación fetichista se centró en Stephane Audran e Isabelle Huppert. Son a día de hoy sus musas oficiales.
Sin embargo, un repaso somero a su filmografía demuestra que la mujer en el cine de este hombre jugaba un papel capital. Y ello le llevó a trabajar con un abanico enorme de mujeres que no deben ni pueden quedar en la cuneta de la indiferencia. Como alguien dijo muy acertadamente en un comentario Chabrol hizo el amor con la cámara no solo a sus dos favoritas. La lista es enorme y variopinta y sirve para darse cuenta hasta que punto puede decirse que Chabrol igualó e incluso superó a su maestro Hitchcock en cuanto a las féminas que tuvo el placer de dirigir, mirar y escudriñar compulsivamente a través del ojo indiscreto del objetivo.
Sin seguir un orden de preferencia, y dado que por alguien hay que comenzar, la primera va a ser Jacqueline Bissett con quien trabajó en “La ceremonia” componiendo a una señora de la alta sociedad que se ve convertida por obra y gracia de otras dos mujeres en objeto de deseo criminal. Sencillamente me niego a describir a esta mujer. No es cuestión de ponerse en evidencia.
Michèle Morgan, star en sus tiempos que conoció las mieles y las amarguras a ambos lados del atlántico. Tras sus contratos y frustraciones con RKO y Universal, volvió a Europa. gran dama de la escena y el cine europeo participó en otra cinta ambigua y siniestra, sacada, como no, de las páginas de sucesos, “Landrú” aportando su clase y su charme habitual.
Danielle Darrieux, otro mito del cine Francés y universal. LLegó a trabajar con Wilder, con Mankiewicz, con Ophüls o con Anatole Litvak entre otros. Pero también fue retratada para siempre por el ojo clínico de Chabrol. Aportando clase a raudales en la película citada que narraba las andanzas de Henry Landrú, asesino en serie real que usaba las páginas de contactos de los periódicos parisinos para buscar víctimas. Ambas deben enfrentarse a la fiereza de la bestia humana en el film del mismo título.
La siempre enigmática y elegante Alida Valli, tras su periplo americano regresa a Europa. Chabrol se percata rápidamente de ello y no duda en llamarla. La Valli se puso a sus ordenes en el film “Ophelia”, película en la que es protagonista absoluta y que coorresponde a la primera etapa del autor. Una reinterprertación del mito del bardo según las constantes del cineasta francés, lo que es lo mismo que decir a contracorriente y con claroscuros.
La presencia erótica por excelencia del cine europeo de los setenta, Silvia Kristel, era la protagonista de “Alicia o la última fuga”. Uno de los escasos intentos en los que la actriz pudo escapar a duras penas de las garras de su imagen iconográfica. Aunque cayó en otras garras también peligrosas, las del director francés y su lente siempre peligrosa e incisiva ante el fenómeno femenino...
Otro mito icónico del cine europeo (y van...) y sobre todo de la nouvelle vague, Jean Seberg fue su actriz en al menos dos films, “La línea de demarcación” y “la ruta de corinto”. Sería impensable e incluso contra natura imaginar que Chabrol no aprovechase las condiciones de fenómeno de toda una generación que se reunían en esta actriz para sacar provecho en alguna de sus obras.
Y fue entonces cuando decidió romper moldes geográficos. Dando un salto enorme cruzando el charco tuvo el placer de trabajar con Ann Margret, que representaba el modelo americano de señorita muy chic. Un sueño que se hizo realidad en “Locuras de un matrimonio burgués" en la que Chabrol utiliza esa imagen para darle la vuelta y como no, mostrar sus sombras y su lado oscuro.
Mucho antes de ser musa de Woody Allen, Mía Farrow se las vería con Chabrol y Belmondo en “Doctor Casanova” junto a Laura Antonelli, otro mito sexual italiano. Al igual que hizo con Ophelia, Chabrol aporta su genuino y muy particular punto de vista al mito del conquistador amoroso por excelencia.
Y ya puestos, mucho antes de vivir traumatizada por el silencio de los corderos, Jodie Foster también había visitado la campiña y se acomodó chez Chabrol en “Le sang des autres”. Ni que decir tiene que el francés había visto varias veces al taxista neoyorkino por excelencia y su peripecia nocturna. Su galopante cinefilia es proverbialmente conocida. Jodie Foster no lo dudó y se puso bajo su batuta.
La enigmática, ambígua y siniestra Jaqueline Sassard fue la rival y amante de Stephane Audran en “las ciervas”, irregular película con un final demoledor con ambas mano a mano y con cuchillo de por medio. Si el adrian Lyne de "Atracción fatal" viese la sutileza del final entre ambas, se avergonzaría de inmediato ante su gritón y grandilocuente desenlace.
La mítica, sensual, seductora y no se cuantas cosas más (pues siempre faltan adjetivos que hagan justicia a esta mujer) Romy Schneider se puso a sus ordenes en “Inocentes con manos sucias”. Y estuvo como solía,sobresaliente. No podía ser de otra forma. Solo por verla a ella moverse en escena ya merece el visionado. Aunque mencionarlo sea una auténtica obviedad
Actriz desconcertante, tímida unas veces y con tendencia al exceso en ocasiones, Emmanuelle Beart compuso un personaje realmente turbador en uno de sus films más tenebrosos y oscuros “El infierno”. Alto voltaje.
Con Jennifer Beals, actriz desaprovechada, marcada por su debut, pero de atractivo siniestro y misterioso, y en todo caso una belleza singular que no ha tenido la suerte que tal vez merecía, trabajó en ese homenaje a su otro maestro Fritz Lang en “Doctor M”,despojándola de sus vicios y tics y convirtiéndola en actriz de carne y hueso. Ella después volvió a sus tics. En todo caso, una elección sorprendente.
Otra actriz de gran prestigio en su país, Nathalie Baye, con una carrera extensísima tanto en comedia como en drama. Spielberg la fichó para “Atrápame si puedes”, y trabajó con Chabrol en otra corrosiva cinta, excelente y embriagadora “La flor del mal”. Film y actriz a seguir sin reservas. En su presencia se resume ese charme tan característico del país galo. Sin embargo tras su pose hay una actriz de gran calado.
Y en otro turbio policíaco en un agreste marco rural se daban cita dos actrices muy de su gusto. La exquisitez de la evanescente Sandrine Bonnaire, esposa con sospechas de todo tipo en un aislado entorno repleto de acantilados y misterios…. ¿con quien se encontrará allí?
Nada menos que con la hermanísima de la ex primera dama de Francia y de la canción francesa: Valeria Bruni-Tedeschi, que incorpora a una detective local muy particular. Ambas son las protagonistas de otra cinta de grán interés, "En el corazón de la mentira". Valeria es un personaje clave del último cine europeo, tanto delante como sobretodo detrás de las cámaras. Habrá que volver sobre ella en otro momento con más detenimiento y en exclusiva.
Terminamos con un sorprendente descubrimiento de última hora, Ludivine Sagnier, protagonista de uno de los films más inquietantes y ambiguos de los últimos años del director: “Una chica cortada en dos”.
Esta sorprendente macedonia no cubre todo el universo del cineasta pero proporciona algunas respuestas. El cine de Claude Chabrol está por tanto poblado de intriga, de misterio, de una progresiva depuración de las formas narrativas buceando en todos los recovecos del alma humana sin descanso. Es conocida su afición a radiografiar las miserias de la clase media y a plasmar en sus obras los más cotidianos y a la vez perturbadores ejemplos que le proporcionan las páginas de sucesos de los diarios. Pero también y sobre todo está plagado para plasmar todo ello de un plantel de mujeres absolutamente diferentes, hipnóticas, seductoras y en muchos casos hermosísimas. De este modo se palía en cierto modo una carencia. No son solo esas dos musas citadas. Son muchas más, alguna ha quedado en el tintero. Y casi todas de gran categoría. Creo que fue Groucho Marx, quién si no, el que dijo al entrar en una fiesta repleta de bellezas “sírvase quien pueda”.