Uno de los fenómenos musicales del pasado año 2019 ha sido el lanzamiento de un nuevo grupo entre folk y country que lleva por nombre “The highwomen”. Integrado por cuatro fuerzas vivas y potentes del panorama actual, su presunto valor no está solo en sus melodías, sino en lo comprometido de sus letras, en las que se hace un continuo alegato reivindicativo y abiertamente feminista de reafirmación de la mujer. A destacar que su lanzamiento ha venido rodeado de comentarios de todo tipo. Han proliferado adjetivos positivos. De revolucionarias a valientes, desde proyecto rompedor hasta impulso que marca una nueva era. Pero también hay quien lo ha criticado de oportunista como estrategia calculada al amparo del movimiento “me too”. ¿Estamos ante un producto manufacturado y programado o una obra con músculo y raíces propias?
En la película de Scott Cooper “Corazón Rebelde” Maggie Gyllenhaal, periodista novata, entrevista al veterano cantante country interpretado por Jeff Bridges. “¿En estos tiempos de country prefabricado y de plástico es más difícil reconocer las autenticas canciones?”. La película, al igual que otra reciente titulada “Country Strong”, se preocupa mucho en retratar con nitidez una clara contraposición entre el añejo folk de carretera, bourbon, polvo y resacas amorosas en abierta pugna con un nuevo country postmoderno, de sonido limpio e impecable en las formas y que suena a producto gestado por las compañías para escalar en las listas de éxitos utilizando reclamos comerciales. El encuentro del resacoso loser Jeff Bridges con la actual estrella del country interpretado por Colin Farrell, está descrito con fino detalle. Farrell es un ídolo de masas con sus fans y su parafernalia de luces que según se nos insinúa por el camino ha ido perdiendo su alma de bluesman auténtico. Esa que no va recuperar por mucho que insista en repetir de cara a la galería que todo lo aprendió del auténtico y viejo vaquero Jeff Bridges al que supera ampliamente en discos de platino. Incluso esa apelación en el propio escenario ante la multitud suena tramposa. Como la búsqueda de un salvoconducto que legitime su apuesta musical definitivamente comercial.
En el mismo sentido en “Country Strong” Gwyneth Paltrow tiene que lidiar en su gira post desintoxicación con una cantante de nueva hornada y amplia sonrisa que canta muy bonito pero de espaldas a lo más añejo. Sin sangre en las venas. Aunque quizás el ejemplo más extremo y a la postre más honesto y menos maniqueo con esta dialéctica es un film hoy olvidado titulado “Georgia” en el que dos hermanas cantantes ejemplificaban las dos caras expuestas sin deslegitimar totalmente a ninguna de ellas, aunque mostrando un nostálgico cariño por la perdedora pasada de bares, copas, carreteras e infortunios amorosos que interpreta Jennifer Jason Leigh. No nos vamos a extender en que los tres films citados comparten una adhesión inquebrantable al estribillo del arquetipo y el tópico asumidos sin complejos.
Sí que resulta destacable un aspecto en el dibujo del paisanaje que aparece muy acentuado en “Corazón rebelde”: la plasmación de un insalvable salto generacional. Todos los locales y garitos que recorre Jeff Bridges tienen como público fiel a gente que sobrepasa los 50. Tradicionales admiradores del clásico trovador de carretera, anclados en esa América profunda que exhiben con orgullo su admiración por unas costumbres que en lo musical van asociadas al polvo del camino, el whisky añejo y la granja del condado. Curiosamente, los mismos personajes que pueblan “Comanchería”. Desconectados absolutamente de las nuevas tendencias. ¿Podría esta gente estar interesada en el disco de “the highwomen” y sus alegatos de empoderamiento femenino? ¿Las reivindicaciones y verdades en la voz de un grupo de chicas interesan al potencial público amante del folk y el country? ¿y a la industria? Un ejemplo, una canción, puede ilustrar hasta qué punto puede cambiar el panorama.
Hay temas que valen tanto o más por su origen y significado que por ellos en si mismos. Es el caso de "on with the song" de la cantante y compositora Mary Chapin Carpenter. La historia: En 2003, el grupo femenino de country rock "Dixie Chicks" cometió el "delito" de lanzar un discurso en pleno concierto abogando contra la guerra de Irak y las mentiras de Bush en el que consideró al presidente una doble vergüenza: como ser humano y particularmente una verguenza para Texas, patria chica del grupo. El precio que pagaron no fue el mismo que el de otras estrellas tipo Madonna o Bono que también se posicionaron contra la guerra de Irak sin consecuencias. Para las Dixie Chicks el boicot fue inmediato. Las emisoras country del medio oeste americano dejaron de pinchar sus canciones, dejaron de aparecer en las listas de country y tuvieron que cancelar muchos conciertos y apariciones en tv. Calificadas como antiamericanas y amigas de Saddam, lo peor estaba por llegar. Y es que muchos cantantes country y folk ligados a las discográficas de Nashville o bien se pusieron de perfil o abiertamente las calificaron de antipatriotas. Todo ello llevó a un retiro forzoso al grupo que no reapareció hasta finales de 2006.
Y mientras la mayoría asistió al boicot al amparo del mismo patriotismo que tan bien retrata Costa Gavras en "El sendero de la traición" sucedió lo impensable: Mary Chapin Carpenter dedica expresamente "on with the song" incluida dentro del álbum "the calling" expresamente a las Dixie Chicks con una letra absolutamente contundente en la que lo más importante no es ya la dedicatoria al trio, sino el repaso sin paliativos que realiza respecto de la doble moral de toda esa gente no tan pura que se traga las consignas, boicotea y reparte carnets de patriota, con especial recado también para el presidente, aquel que a raíz del asunto manifestó que Usa es un país muy libre de no querer oir las canciones de las Dixie Chicks. Aunque el repaso más duro se lo llevan esas emisoras que se negaron a programar sus canciones. A Carpenter, el tema le creó ciertos problemas con su discográfica, ya que la cantante quería que "on with the song" fuese el single de lanzamiento del álbum. Ignoro si lo logró. De lo que no hay duda es que Mary Chapin Carpenter decidió abrir sus conciertos en todo el país con esta canción. Las Dixie chicks reparecieron casi cuatro años después con un disco titulado "Taking the long way" que no sé si fruto de la mala conciencia fue galardonado con un par de grammys.
Ignoro qué opinión tienen años después las Dixie Chicks y Mary Chapin Carpenter del fenómeno The highwomen como baluarte musical de empoderamiento femenino. Y en un ejercicio de contorsionismo, qué pensaría el personaje de Jeff Bridges y su público de carretera del episodio de las Dixie Chicks. Aunque Mary Chapin Carpenter o fue muy osada o pareció tenerlo muy claro si decidió abrir sus conciertos en el medio oeste con un tema que no deja títere con cabeza. Sabemos que a Sheryl Crow, Miranda Lambert o Dolly Parton les encanta el proyecto. A las mediáticas Ellen Degeneres y Oprah Winfrey les entusiasma. Aunque ya puestos, ya que la música no nació anteayer, sería jugoso saber qué dirían Billie Holliday, Edith Piaf , Joan Baez, Janis Joplin o Patti Smith de todo este revival. O que opinarían las sufragistas de hace dos siglos
Sí conocemos la opinión de Joni Mitchell. A ella la nueva hornada de cantantes folk y country le deja un tanto fría, en sintonía con las tesis de las películas mencionadas. “I was a freedom rider” cantan The Highwomen. Pero para Joni Mitchell el panorama folk no es el que era. Y si tiene que destacar un álbum de los últimos 20 años elige como flor en el desierto un disco que pasó practicamente desapercibido, “Revival” de Gilliam Welch que acompañada a la guitarra canta “I am an orphan on God’s highway, but I’ll share my troublers if you go my way, I have no mother, no father, no sister, no brother, I am an orphan girl”. Tras escucharlo detenidamente se comprende. La pregunta que la periodista le hace a Jeff Bridges es hoy más pertinente que nunca. Strange fruit, cantaba Billie Holliday.
Las imágenes son de The Highwomen, del film Corazón Rebelde y Country strong, Dixie Chicks, Mary Chapin Carpenter, Joni Mitchell y de Gilliam Welch