Uno de los apartados al parecer más exitosos de la revista Vogue lleva por título “siete días, siete looks”. Consiste en que una afamada modelo colocada en una ciudad del mundo (que nunca es Mombasa o la franja de Gaza) sino Paris, Kuala Lumpur, Sidney o Londres, se fotografía con un look diferente durante una semana según su personalísimo criterio, explicando las razones de su elección. Al menos eso dice la revista.
La modelo Angela Lindvall, situada en la capital francesa no lo dudó un instante. Uno de sus combinados para pasearse por la ciudad parisina no era ni mucho menos original. Como ella misma explica, está directamente inspirado en el atuendo que vestía Diane Keaton en “Annie Hall”. Según ella genuino, moderno y con un toque de ambigüedad masculina. Un reflejo de la mujer liberada e independiente que tres décadas después no ha perdido vigencia a la vista de su reivindicación estética.
Lo que resulta paradójico es que en aquellos tiempos, año 1977, de fiebres del sábado noche, de encuentros en la tercera fase y de guerras de las galaxias, el prototipo de película contracultural, intelectual y de filmoteca haya acabado siendo también pasto de los clichés y el marketing. Y ejemplo para que las nuevas top models varíen de vestuario en las pasarelas virtuales. Cierto es que el look de Diane Keaton, asociado de por vida a “Annie Hall” se convirtió en uno de los atractivos de la cinta. Hasta el punto de que la propia actriz no se deshizo de él en su vida privada e incluso no pierde ocasión de usarlo en la actualidad.
Pero en aquellos años 70 en los que el cine se estaba revolucionando por dentro, aquella película y aquel look, pese a su carácter rupturista, empezaban a ser la excepción y más que al futuro, representaban al pasado. Eran tiempos en los que se vivía una permanente dualidad entre el cine comercial de gran aparato y presupuesto que llenaba las salas y que arrasó casi por completo con las producciones modestas. Se podría decir que el triunfo de “Annie Hall” frente a los colosos en llamas y las aventuras del Poseidón, fue prácticamente el canto del cisne de un tipo de cine muy practicado en los setenta, desde “La noche se mueve” hasta “La chica del adiós” por citar dos ejemplos.
Pero lo más curioso del asunto es que “Annie Hall”, más allá de sus virtudes y defectos, se ha convertido en una película que como los actuales blockbusters se pretende resumir en una sola frase y dos clichés: La puesta de largo de la neurosis judío-romántica del arquetipo Woody Allen y sus problemas con el sexo opuesto, y el vestuario de Annie Hall. Volviendo a ver la película eso resulta muy injusto. Y Woody Allen advierte de ello en el propio film cuando su personaje Alvy Singer, con irritación creciente tiene que escuchar a un tipo soltando tópicos absurdos sobre Fellini, “La Strada ” o el escritor Samuel Beckett.
Y es terriblemente injusto a la par que reduccionista por cuanto Annie Hall, más allá de su vestuario, resulta ser un personaje riquísimo en sus propias contradicciones. Un solo detalle lo confirma. La mujer ultra morfológicamente sensible que se ríe a carcajadas de las enormes langostas crudas esparcidas por la cocina mientras saca fotos, utilizará de forma nada inocente su miedo a una minúscula araña en el baño para reconquistar a su pareja.
Hay películas que poseen personalidad y aplomo y que curiosamente también sacralizan e imponen inconscientemente un look determinado. Con otras sucede al revés como veremos más adelante. En el caso de “Annie Hall” su personalidad y su torrente narrrativo está por encima de su estética. No es un mero producto coyuntural sino que se sublima alzándose más allá de la moda del momento. Curiosamente, Alvy Singer y Annie no van al cine a ver “Aeropuerto 76” ni “El día del fin del mundo” ni “Los locos de Cannonball” ni las secuelas de la pantera rosa ni los bailes discotequeros de Toni Manero. Hacen cola para ver “Cara a cara” de Ingmar Bergman. Y la fila por cierto es larga. Un cine mucho más introspectivo que narra el descenso a los infiernos de una psiquiatra encarnada una vez más, extraordinariamente, por Liv Ullman.
Como todos a estas alturas ya sabemos, no se trata de una pose intelectual de Allen director menospreciando el cine de evasión. En absoluto. Es una reivindicación en toda regla que además casa como un guante con las peripecias existenciales de los personajes. No se debe olvidar que Alvy Singer es un ser gracioso pero desubicado, repleto de interrogantes sin respuesta, depresivo, neurótico, maniático y charlatán. Y en ese contexto, tal vez su psicoanalista le debió aconsejar un poco de relax viendo “La guerra de las galaxias” y no asomarse a los abismos de “Cara a cara”. Aunque a saber si no se hubiera obsesionado con los ecos freudianos sobre la figura del padre que laten en el film de George Lucas.
Lo que si se produce es un efecto de retroalimentación entre el film de Bergman y la ansiosa vida de los personajes del film de Allen, que necesitan tranquilizantes y están en perpetua zozobra neurótica. Viviendo una peripecia divertida y agria a partes iguales.
El itinerario de Alvy Singer parece un preámbulo, un entremés que sirve de aperitivo al profundo y nihilista film de Bergman, en el que Liv Ullman – cuyo look está compuesto de profundas llagas, dolor y confusión - pierde la brújula de modo progresivo adentrándose en ese horror vacui que tanto teme Allen. Ausente el sentido del humor de la trágica peripecia mental de la protagonista, podría decirse que si Allen no varía el rumbo podría acabar también postrado como ella, o siendo su paciente, inmerso en el opaco y rico mundo de “interiores” o en el de la disección amarga de “Otra mujer”.
Pero incluso podría irse más allá. Annie Hall jamás llega a comprender del todo al complejo Alvi Singer, que es lo mismo que decir Woody Allen. En este sentido, quien si que consiguió penetrar de forma incisiva en la intrincada tela de araña neurótico obsesiva del director fue otra psiquiatra, la doctora Eudora Fletcher (Mia Farrow), que consigue desentrañar el enigma de la aparente múltiple personalidad de Allen transmutado ahora en el camaleónico Leonard Zelig, al que Scott Fitzgerald en una fiesta ve transformarse de recalcitrante republicano con acento de Boston a demócrata solidario con acento vulgar, según esté charlando con los ricos señores o con los criados.
Lo que Susan Sontag, Saul Bellow o Bruno Bettelheim son incapaces de descifrar, la doctora Fletcher lo resuelve con una pirueta de gran ironía. Tras sus impagables sesiones de psicoanálisis en el cuarto blanco, auténtica pieza de orfebrería en el cine del neoyorkino, llega la irónica respuesta. Zelig muta debido a que desea ser aceptado por la comunidad. Su objetivo es pasar desapercibido entre la masa y no hacerse notar. Y para ello es capaz de llegar al extremo de anularse como persona, viajar a Europa y afiliarse al partido nazi.
La pregunta surge rápida. ¿Es eso lo que está haciendo Allen en la actualidad? ¿Mutar en camaleón las veces que sea necesario para sin dejar de ser reconocible triunfar y ser aceptado en su periplo por Londres, Barcelona, Paris y Roma? ¿Dando a cada nuevo film el camaleónico toque local?. Leonard Zelig adopta las formas de quienes están a su lado. E incluso es capaz de adquirir sus habilidades, sea como músico negro, jugador de béisbol o psiquiatra.
Lo que en principio parece una mera cuestión de look pronto revela un estudio más profundo sobre los temores del hombre moderno ante una sociedad alienante. Lo revolucionario de la tesis es que la película hace una apuesta en firme por el individuo. La solución no es asemejarse a la masa para pasar desapercibido, sino acentuar nuestra individualidad potenciando lo genuino de cada uno. Por eso su heroica victoria final, irónicamente, es fruto de su involuntario camaleonismo emulando a Lindbergh cruzando el atlántico.
Curiosamente, “Zelig” radiografía tanto al hombre moderno carente de atributos como al propio cine en sus aspectos más perversos. Ese que no tiene inconveniente en actuar como un camaleón. Pero ahora para hacerse notar, fotocopiar modelos previos y rentabilizar sus resultados. Ahora y en 1977. Curiosamente, sobre el papel, la película diseñada milimétricamente para escalar los puestos de taquilla también jugaba sus dos mayores bazas en la utilización del camaleonismo fílmico y el look. Su título “Abismo”. Un film que pretendía llenar las arcas sobre la base de otra narración marina de Peter Benchley, autor de Tiburón, en la que se aunase aventura, suspense, romance, acción, enigmas históricos y trhiller submarino. Demasiadas cartas para un solo film.
Pero por si todo lo anterior fallaba “Abismo” cuenta con tres ases en la manga que ya desearía el cine actual. Robert Shaw, repitiendo el rol de rudo lobo solitario de mar, y dos jóvenes de gran talento, nada menos que Nick Nolte y Jacqueline Bisset, esta última con camiseta transparente mojada y escotes de vértigo.
Sobre el papel, la espectacular peripecia de unos cazatesoros que tropiezan con un galeón español hundido y han de luchar contra amenazas submarinas y la mafia local de las Bermudas supongo que no la habrá leído Pérez Reverte, aunque la verdad es que recuerda y mucho a “La carta esférica”. Y no es un halago. El soplo de la auténtica aventura no termina de agitar el viento en las velas por culpa de un guión tópico y por su falta de inspiración en la puesta en escena y pulso narrativo, que pide a gritos mayor nervio y tensión.
Pero Hollywood tiene previstos estos contratiempos. Y es en esos momentos cuando se tira del star system y del look. Y aquí volvemos al principio. La pregunta es inevitable. ¿Cómo es posible que una película de alto presupuesto pensada para lanzar a la maravillosa Jacqueline Bisset como estrella y sex symbol internacional se vea superada ampliamente en la memoria cinéfila por una Diane Keaton con chaqueta de pana? La respuesta es muy sencilla y va mucho más allá del look. Es una cuestión de definición y construcción robusta de un personaje. De verlo cobrar vida en la pantalla sobre la base de un guión inteligente.
Por su parte, Jaqueline Bisset, estupenda, salva su personaje gracias a la profesionalidad de la actriz. Personalmente me alegro de que la operación Bisset como sex symbol no cuajara. Ella no la necesitaba y todos salimos ganando. “Abismo” sí que termina siendo la típica película de despacho. Construida partiendo de un look y aferrándose al magnetismo de las estrellas. Que el guión esté más o menos pulido es cuestión secundaria. El resultado es una cinta que no molesta pero que ofrece mucho menos de lo que promete. Aun así, resulta mucho mejor que muchos productos actuales. En esto seguimos el camino del cangrejo.
Para finalizar, constatar una obviedad que no lo es tanto a la luz de nuestro panorama actual. En el año 1977 aun se podía optar a la hora de ir al cine por tres propuestas muy diferentes que sirven de mero ejemplo. La aventura de evasión fallida pero realizada con cierta solvencia, el cáustico retrato de la personal neurosis de Allen o el tremendo film de Bergman. Tal vez sea necesario someter al cine actual a los experimentos de la doctora Eudora Fletcher, psicoanalizarlo y encontrar el antídoto, la cura ante tanto celuloide disfrazado. Como Zelig, necesita urgentemente recuperar su identidad.
En aquel momento la Keaton nos tocó el corazoncito y nuestra alma de chicas progres, ahora creo que por mucho look que se pusiera, diferente o no, es difícil que vuelva a conmovernos. Será que hemos pasado de las posibilidades al desengaño, de la esperanza, amplia y verde, al más rotundo de los abismos (y no precisamente el de la peli).
ResponderEliminarEstaría bien revisionar Annie Hall y alguna de Bergmann, seguramente el segundo seguiría teniendo su profunda e incomunicada validez, mientras con Allen, tal vez, sólo sonreiríamos?
Me lo pregunto a tenor de tu texto, que siempre me lleva más allá, bastante más.
Un abrazo y, como es usual, mi admiración hacia tus análisis y, sobre todo, tucapacidad de ponerlos en palabras.
Y como el cine siempre se ve desde la ignorancia o el conocimiento propios, yo vengo, desde mi ignorancia, a aprender de tu conocimiento.
ResponderEliminar(me encanta la alusión a Pérez Reverte y la explicación).
Tengo la certeza de que veas la película que veas, tu análisis siempre será profundo y absolutamente didáctico.
Por eso estoy aquí.
Extraordinaria reflexión sobre las películas, el cine y el mundo...Esa habilidad inductiva no es nada común. Pasar de Annie Hall al mundo no es fácil y tú lo haces muy bien.
ResponderEliminarPero eso querido V nos lleva a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor y no siempre es así. Recordemos qué pasaba en 1977 en este país... se andaba produciendo una Transición muy alabada que ahora nos tiene con el culo al aire (perdón por la expresión)...
No me voy del tema... que es algo que siempre me provocan tus estupendos comentarios.
Un abrazo!!
Virgi. Pues te diré que he escrito esto despues de revisionar a ambos. Tanto la película de Allen como la de Bergman. Bueno en realidad he revisionado las cuatro que se comentan. Y la verdad es que "Annie Hall" conserva su frescura y su acidez verborreica. En mi opinión son algunos recientes films de Allen los que tal vez no pasen el corte al estar realizados con cierta sensación de piloto automático puesto. Me sucede lo mismo con "Zelig" que resulta demoledora e hilarante. Mucho mejor que sus últimos paseos por Roma.
ResponderEliminarLa de Berman es un plato de digestión fuerte. Pero Diane Keaton está estupenda, lo mismo que Mia Farrow en Zelig.
Entiendo lo que debió suponer verlas de estreno, lo cual no es mi caso. Gracias por tus palabras y un abrazo.
Paradela. Gracias pero creo que en fin, hay quien experimenta con la empanada o la pizza y le queda riquísima, y otros damos rienda suelta a otro tipo de empanadas (mentales). Pero no admito que me digas que partes de la ignorancia. Y mucho menos que yo sea maestro de nada. Se agradece, pero mira por donde yo lo veo al revés. Un abrazo.
ResponderEliminarLaura. Muchas gracias. No sé la verdad es que la idea era enfrentar los looks de Keaton y Bisset, que compitieron el mismo año en popularidad. Luego como se ve, y como suele ser habitual la madeja se ha ido enredando y uno termina contando tal vez demasiadas cosas. De todas formas me doy por satisfecho si el resultado se lee con agrado.
ResponderEliminarPor supuesto que no te vas del tema...Es que excepto el arte más rupturista e innovador, el resto no deja de ser un reflejo de la sociedad en cada momento. Gracias y un abrazo.
Querido, querido, querido Víctor... sigo viajando por la cascada-cadeneta que es tu increible texto. Y la cantidad de reflexiones que planteas a partir de una película de 1977... y cómo viajas al pasado y al presente.
ResponderEliminarY cómo dejas la radiografía de un cineasta y su evolución, el señor Woody Allen, encadenando personajes y películas en las reflexiones (Annie Hall, Zelig, Midnight París... y más).
Y cómo entretejes la salud y el abanico de posibilidades del cine de ayer y de hoy y su accesibilidad y acercamiento al espectador.
Como el cine antes formaba más parte de la vida (y yo quiero pensar que a su manera también hoy)... y los espectadores éramos también valientes así lo mismo disfrutábamos con una película de Allen, que nos íbamos con Bergman y nos metíamos un chute de Cara a cara o nos íbamos al abismo con Nick Nolte y Jacqueline Bisset y luego teníamos un debate apasionado sobre las tres...
Cómo sumerges en las distintas capas de una película... está el look o la superficie y luego si puedes escarbar y encontrar más... entonces una película se vuelve riquísima en sensaciones y reflexiones. Annie Hall unía look y más capas de la cebolla... de tal manera que hoy sigue siendo una buena propuesta cinematográfica. Es igual que Dos en la carretera (donde también está Bisset)... la señorita Audrey Hepburn pone todo el look y Donen toda la estética con permiso de una maravilloso Albert Finney... pero la película encierra múltiples capas que la siguen convirtiendo en película referente...
Y ahora, de nuevo, querido Víctor, me voy a poner un poquillo frívola y quedarme en la superficie ¡me sigue encantando el look de Annie Hall-Diane Keaton!... No sólo su vestuario exterior (pantalones, corbatas, gorros, camisas, vestido de tirante con jersey de cuello alto negro, pañuelos) sino también la forma de llevar el pelo suelto y sujeto en un moño churripei (también invento palabras)... y ¡su ropa interior me chifla! Ja, ja, ja... Ya que me pongo frivolidad hasta el final. Supongo que estoy pasada de moda en cuanto look..., je, je, je pero ¿sabes lo bueno? Que me da absolutamente igual.
Besos
Hildy
Hildy. Exacto. Lo explicas de maravilla. Esa era la idea. El look epidermico y atractivo de Jacqueline se vio superado por la personalidad arrolladora de Annie Hall. Es tal y como lo cuentas. Siendo tan atractiva y buena actriz Jaquie se metio en un proyecto de pura evasion que no terminó de cuajar,sin estar mal.
ResponderEliminarLo de Diane va mas alla de un look muy personal y que tambien me gusta. La cuestion es que detras habia muchas capas tal y como tu apuntas. Sucede igual con Audrey en el film de Donen. Muy buen ejemplo.
Liv Ullman sin embargo esta despojada de look alguno. Eso me llevó directamente a Zelig, el tipo que cambia continuamente de look.
Hoy ya apenas quedan cine forums, pero queda gente como tu. Y paginas web. Es otro mundo. Muchas gracias y un abrazo
Considero necesario,casi diría vital que un director como Allen,sea, no sólo artífice de la película,sino de la entraña, de toda la visceralidad e incluso su fachada.
ResponderEliminarQuiero que sea como un dios omnipotente e intangible a la vez que arquitecto sempiterno cuya obra sigue el ritmo de la evolución de él,siendo además intemporal.
Creo que las películas de Allen,independientemente de que te gusten más o menos,tienen su tejido, esa esencia inconfundible que las determina frente al resto.
A mí me chifla Diane Keaton en Annie Hall y ese look tan característico que hasta condicionó en cierto modo su realidad,imagino que voluntariamente,por supuesto.
El cine no es lo que era,ni en variedad,gusto,temática...en nada.
Suerte tendremos si rescatamos una buena película de entre la vorágine comercial...
Como ves,yo no soy crítica cinematográfica,entiendo lo que yo entiendo de cine y aún así...me eternizo en mis comentarios!
...
Sorry :)
Besos.
Lo bueno de viajar ahora es q te permite entrar en salas oscuras como éstas y verlo todo clarísimo.:-)
ResponderEliminarMe gustan todas esas mujeres que citas por distintas razones y no quiero extenderme q ya lo has hecho tú estupendamente. De acuerdo cien x cien en lo de Mr Allen.
Si tuviera q escoger me gustaría ser tan bella como la Bisset, tan estilosa como Dianne Keaton y buena actriz como la Farrow dirigida por su ex antes de su recorrido turístico..
Y como lo que importa es la individualidad
me quedaré con lo q tengo.
¡ Ah y el buen cine que tanto " nos provoca"!
Besos en ruta
Víctor, un homenaje que me he quedado como si el Dr. Lecter hubiera cocinado en exclusiva para mí una fondue con foie de pato. Mientas sonaba de fondo Bach. Torrente de mujeres icónicas; Keaton y el sabio Allen, mi amada Ullman, pero con ese sutil escorzo que ni Maradona en sus buenos tiempos; ¡pum! rematas la jugada con los Abismos por los mares caribeños repletos de tesoros, mientras se nos caía la baba viendo una Bisset de aúpa y el hercúleo Nolte con bigote a lo Selleck. Esa es la esencia de tu sala; los viajes. Un abrazo
ResponderEliminarAnda que dejas nada en el tintero, Víctor, en ese repaso de tres décadas señalando cuatro películas de las cuales una no vi por decisión propia porque me pareció producida al tirón de Tiburón sin más.
ResponderEliminarHe de darle un repasito a Annie Hall porque seguramente me perdí detalles del guión que merecen la pena y li digo sin ambages: nunca he podido soportar a la Keaton: de hecho, algunas películas de Allen no las quise ver en el cine por no tener que soportarla y luego las he medio disfrutado en dvd, porque sigo sin poder con ella: debe ser un caso de incompatibilidad rara.
Zelig me pareció extraña, quizás porque además la ví en una de aquellas salas de "arte y ensayo" en las que ofrecían las películas en v.o.s.e. y no he vuelto a verla: se me hizo un poco larga, quizás porque capté instintivamente el mensaje de buenas a primeras y me pareció redundante y reiterativa, cansina.
Pero es todo un acierto tu apunte relativo al curso fílmico del propio autor Allen que ciertamente parece en busca de un elogio sostenedor económico de su afán por seguir rodando año tras año y el giro señalando un vicio del cine actual que, a decir verdad, me lleva a coincidir contigo bastante, pues desde hace unas semanas le voy dando vueltas al tema en mis adentros, nada satisfecho con las conclusiones, hay que decirlo.
Y mira lo que te digo:ojalá que en vez de la Keaton hubiese sido la Bisset la musa de Allen.
Ahí queda eso.... :-)
Un abrazo.
Marinel. Creo que Allen se asustaría un poco si alguien lerllama dios omnipotente. Ya sabes de sus filias y sus fobias. Y su modestia. Comparto que no todas le quedan igual. Y casi todas resultan inconfundibles. Hay tres o cuatro que no. Es una carrera muy larga. Por cierto yo tengo de crítico lo que de astronauta. Es una mera afición, nada más. Gracias y un abrazo.
ResponderEliminarAbril. Pues no es mala la combinación que haces. A mi las cuatro me parecen buenas actrices. Aunque tengan algún pecado benial suelto por ahí. Yo si tengo que escoger no escojo. Me quedo con las cuatro. Cada una con su individualidad. Y tu con la tuya, por supuesto. Un abrazo y buena ruta.
ResponderEliminarJ.C Alonso. Muchas gracias. La verdad es que me has descubierto. Si de eso se trata. Uno empieza por una esquina y termina dando vueltas que en este caso nos llevan de Manhattan a las Bermudas. Me alegro que hayas disfrutado del paseo.
ResponderEliminarEl escorzo, eso si, le salía mejor al argentino jaja. Un abrazo.
Josep. Anda que no se hace usted de rogar....Pero discrepo. A mi lo que me molesta y me irrita de Diane Keaton son sus películas actuales, desde "por que lo mando yo" o algo así, hasta la última de una boda con de Niro. Es insoportable hasta el trailer.
ResponderEliminarAquellos personajes creo que no los hacía mal, teniendo en cuenta que sus personajes también padecían sus particulares neuras. Pero como siempre es cuestión de gustos.
La que no has visto por prescripción, hoy supera a otras del mismo estilo como immersión letal o marea letal. Ver para creer. Hay un poco de aprovechar ese filón, pero la película va por otro lado, aunque al final salgan un par de tiburones.
Allen no solo ha tenido dos musas. Tras Mia Farrow se ha sabido rodear muy muy bien. Y con Jacqueline, pues si hubiese extraido el petroleo que extrajo Cukor. Un abrazo.
Veo Annie Hall cada cierto tiempo y siempre le saco un matiz nuevo. Aunque en un pricipio el look "masculino" de Diane Keaton pasó desapercibido para mi, el guión de Allen y su Manhattan coparon mi interés, con el tiempo sí empecé a fijarme. Y me gustaba, quizás porque se asemejaba a mi estilo, pero sobre todo porque le otorgaba al personaje un carisma que antes solo pude ver en Katerine Hepburg. Y no solo carisma.
ResponderEliminarBueno, tù lo has explicado muy bien Vìctor.
Nunca he considerado a Allen un pedante o un snob, como a veces he escuchado por ahí, y la escena en la cola del cine es tremendamente divertida.
Las otras pelis nombradas no las he visto, pero apuntadas estan.
Sue. Como puedes imaginar para mi no pasó desapercibido. Ese conjunto que lleva en la librería le sienta como un guante. Y me parece muy acertada esa relación con algunos papeles de Katharine Hepburn...pienso por ejemplo en "la gran aventura de Silvia".
ResponderEliminar¿no has visto "Zelig"? Pues si te gusta el de Manhattan te espera hora y media deslumbrante, con unas sesiones de psicoanálisis impagables. Y claro que no es un snob...lo que pasa es que últimamente se ha relajado un poco. Un abrazo.
No había visto la película de Diane Keaton y Woody Allen, pero es cierto que ella no ha cambiado su indumentario y su aspecto masculino. Ahora, tras leerte, entiendo de donde viene apariencia. " Se dice que la historia de esta película, habla de la ruptura real entre Allen y Keaton, quienes fueron pareja en la vida real".
ResponderEliminarSiempre es interesante conocer tu punto de vista acerca de la relación de esta película con otras más antiguas e igualmente, buenas que hacen pensar. El amor, la filosofía de vida y cómo entender la sociedad que vivimos tiene muchas interpretaciones y W. Allen plantea distintas exégesis a lo que pasa por su mente...
Gracias por tus aportaciones :))
un abrazo
Tus textos son siempre poliédricos, y en los vértices con los que se dobla de una cara a otra, de una cuestión a la siguiente, hay una gratificante y coherente sutileza.
ResponderEliminarLeí “Annie Hall” varios años antes de verla. No sé dónde había oído que la película tenía la cualidad de favorecer el amor entre quienes compartían butaca en el cine, y probé suerte con el guión: funcionó, y por fortuna el tiburón sigue aún nadando hacia adelante tantos años después.
Ingmar Bergman y Scott Fitzgerald eran dos de los miembros del club de los “sobrevalorados”, según el personaje de Keaton en esa otra obra maestra que es “Manhattan”, y Zelig, que volví a ver hace un mes, sigue siendo mi peli favorita de Allen: es como darle un baño de genialidad a ese otro falso documental que era la delirante “Toma el dinero y corre”…
Caray, qué títulos; ¿qué fue de aquel Woody Allen?
Abrazos estivales.
Una entrada inmensa. Llena de personajes ―variopintos― diseccionados por tus bisturíes.
ResponderEliminarPara mí, Annie Hall, es un clásico que marcó tendencias no sólo en la moda ―recogida de la gran Katherine―. Si no en los apuntes cinematográficos y sus reflexiones.
Muy agudo con “La Carta Esférica”. Piensa que somos muchos los que pensamos o “dispensamos” de la misma forma…
El celuloide necesita una inyección de “botox” o un “lifting” sí o sí. A lo mejor es la única forma de reencontrarse.
Saludos, Anna
Esilleviana. Gracias. Es verdad que se dice a menudo que Allen se interpreta a si mismo y que simplemente nos cuenta su vida, sus filias y sus fobias.
ResponderEliminarYo siempre he pensado que un maniático nervioso y cargado de dudas como son sus personajes sería incapaz de rodar meticulosamente una película por año. Pero solo es una idea que puede ser equivocada. Un abrazo.
Juan. Vaya, me alegro de que la fórmula funcionase. Gracias por tus palabras. Recuerdo que Keaton en Manhattan largaba mucho de mucha gente...lo cual descolocaba absolutamente a Allen, una vez más.
ResponderEliminarLeonard Zelig sigue siendo un misterio. Tal vez por eso le visitamos de vez en cuando. Ese crescendo de quien zurraba a quien es memorable. Es de esas películas que es una pena que se acaben. Un abrazo
Anna Genovés. Gracias. Eres muy amable. Desde luego que marcó tendencias. Y la conexión con Kate está ahí. No se si estre texto es muy largo....en fin.
ResponderEliminarAlgunos escritores creen haber descubierto géneros que estan muy sobados y los fotocopian. Y otros, sin embargo, como es tu caso, pueden partir de un género pero innovan siempre. Un placer que se multiplica por 21. Un abrazo