viernes, 4 de julio de 2014

SALTOS AL VACIO


No siempre se presenta la ocasión propicia. Pero el otro día sí. La escritora Clara Sánchez tuvo a bien pasarse por estas tierras. La excusa era la presentación de su última novela. Aunque bien podría decirse que lo que hizo fue una formidable defensa numantina de su texto, galardonado con el Premio Planeta, y de su forma de entender la literatura.
Respecto de lo primero, no se escondió en ningún momento a la hora de defender “El cielo ha vuelto” frente a las críticas que ha recibido, al parecer muy numerosas, desde que le fue concedido el galardón. Y respecto de lo segundo, hizo una firme reivindicación de la literatura como constante evolución hacia lo desconocido, como una continua búsqueda hacia lo intangible.
Apeló para ello a Ana María Matute, quien la aconsejó en cierta ocasión que no se dejara manipular. Según ella la manipulación y el vampirismo dominan las relaciones humanas y la existencia. Y para ello es importante conocer las particularidades de su mecánica y sus trampas, en muchas ocasiones emocionales. Y como ejemplo de ello recurrió tanto al Drácula de Bram Stoker como al fatalismo de Ana Karenina.



No he leído “El cielo ha vuelto”, y no sé si narra las frívolas peripecias de una modelo, como afirman sus detractores, o el torbellino existencial y ético de una joven atrapada en mil y una trampas emocionales. Saldré de dudas cuando la lea.
En realidad, mi presencia en el acto poco tenía que ver con todo lo anterior, sino con otro tipo de inquietudes.
Admito que no resulta un trago fácil tomar el micrófono en el turno de preguntas para decir a la autora que no le voy a preguntar sobre su novela ya que no la he leído, sino sobre otras cuestiones. Pero el momento se hizo más llevadero, ya que ella durante la conferencia relató su fascinación inspiradora por el mundo de Hitchcock.
Aprovechando esa referencia entro en materia. Clara Sánchez es una gran aficionada al cine. Y ha comentado y analizado películas en diferentes medios. Incluidas adaptaciones literarias. Curiosamente, ahora se ve en la tesitura inversa. Una de sus novelas, “Presentimientos” ha sido llevada a la pantalla.



La cuestión es cómo ha vivido como autora literaria todo el proceso. Cómo ha convivido con las diferentes relecturas que se han hecho desde el primer borrador de guión a lo largo de más de cuatro años. A lo que hay que añadir que ella no ha participado en la redacción del guión, obra de Santiago Tabernero y Eduardo Noriega.
Y sobre todo, cual ha sido su experiencia como autora ante el primer visionado. Concretamente, si al autor de la novela le resulta posible o imposible abstraerse del texto y ver el film de forma autónoma como mera espectadora, o si por el contrario le sucede como a cualquier otro lector, que siempre tiene (tenemos) la tentación intrínseca de comparar dos medios de expresión tan diferentes.



Vamos con sus respuestas. Contar con una escritora llana y afable que no exhibe un ego desmedido, ni fuerza un posible malditismo literario, ni va de epatante ayuda y mucho. Ante todo, se mostró tremendamente sorprendida de que una novela como “Presentimientos” fuera llevada a la pantalla. Comparto esa opinión. La novela al igual que la película presenta una estructura muy compleja y en varios planos (presente y pasado, consciente y subconsciente) que en principio efectivamente hace pensar que una adaptación no será fácil.
En segundo lugar, la sensación de que otras manos reescribieran una y otra vez sobre unos personajes y unas pulsiones internas que partían de la trama y el alma de su novela, le suscitaban dos sentimientos encontrados. Por un lado no dejaba de sentir cierto halago, cierta indisimulada vanidad, a la vez que conforme pasaba el tiempo el asomo de la inquietud era inevitable. Formar una y otra argamasa partiendo de su texto lo llevaba bien por su fe ciega en la pasión de los autores a la hora de dar vida y forma a la historia, que incluso igualaba a la suya propia con el texto original.
Sentarse el día del estreno ante la pantalla en blanco y reconocer al instante las pulsaciones más íntimas de su obra le llevaron, según afirma, a una rotunda satisfacción.



Estamos ante una novela inusual. Y como no podía ser de otra forma, ante una película también inusual. Dos auténticas rara avis en el panorama del cine patrio. “Presentimientos” como novela parte de un aparente costumbrismo, de una contemplación de las actuales relaciones de pareja que paulatinamente se van tornando más y más complejas a partir de un desarrollo en el que interviene lo sobrenatural y una indagación en los propios sentimientos sin rumbo fijo. Dice la propia autora que estamos ante la envolvente y misteriosa historia de una mujer atrapada en un escenario irreal por el que deambula en búsqueda de una salida.
Una pareja que parte de un itinerario cotidiano (unas vacaciones) se enfrenta a un escenario repleto de claroscuros, de espejos deformantes, de fantasmas irreales que rompen todo concepto preconcebido. Y lo que en principio debía moverse en el terreno del tópico, se adentra en lo irreal, lo desconocido, lo imposible y la incertidumbre, conformando un aire de extrañeza que dota a la historia de un aroma surreal.
Exactamente la misma sensación se produce en la película. Marta Etura y Eduardo Noriega, pareja en crisis de no se sabe qué, parten de vacaciones. Y los acontecimientos irreales comienzan a sucederse. La esposa no encuentra al marido, se produce un robo inesperado que nadie ha visto, hay un accidente no menos chocante, el espacio físico cobra nuevas formas... Y la película entra en diferentes planos narrativos. Lo que demuestra una decidida apuesta por el riesgo narrativo apoyado en una ambientación y un cuidado por las imágenes de gran belleza que no es habitual ni por estos lares, ni por otros.



Este es uno de esos casos en los que se aprecia cómo la cámara se convierte en una herramienta no sólo para mostrar, sino como instrumento para envolver e indagar bajo una mirada personal.
Una narrativa que puede parecer errática en algunos momentos, pero que aúna delicadeza, desconcierto, misterio y desgarro emocional. Un film que no desdeña el coqueteo firme con lo sobrenatural, lo fantasmagórico, la alteridad. Con una puesta en escena imaginativa y hermosa al mismo tiempo, acompañada de una atmósfera decididamente propia y genuina.
Unas sensaciones que nos remiten al cine en su esencia como fuga de la realidad, a la fantasía como reino de lo desconocido y lo simbólico. El film apunta muy alto y no es difícil reconocer ciertos elementos que recuerdan al universo de David Lynch, aunando lo extremadamente físico con lo extraño y sobrenatural. O pasajes que pueden hacer recordar al aficionado el universo irreal de films enigma como “Jennie”.
Ese es tal vez el gran talón de Aquiles tanto de la novela como de la película. Su intermitencia y la posible comparación con esas obras. El hecho de estar ante fogonazos de auténtico cine, de imágenes de gran potencia y de interpretaciones a la altura, no evita decir que estemos ante una gran película fallida, si es que tal cosa es posible. Personal y audaz muchas veces, pero que no puede evitar altibajos fruto de su compleja dramaturgia.



Aun así, bienvenidas sean novelas como esta, alejadas de la rutina aunque no lo parezca, arriesgadas al proponer un relato que combina lo social, lo íntimo y lo fantástico. Y proyectos cinematográficos como este, que aunque no gozaron del favor del público, demuestran una posibilidad de escape para el cine español, en el que aun tienen cabida, mientras el presupuesto lo permita, los saltos al vacío con doble tirabuzón.