jueves, 9 de diciembre de 2010

EL ARTE DE LA FOTOCOPIA


¿Pueden ser objeto de un mismo comentario un presunto film de autor, de los que se pasean por festivales y dan lugar a hondas reflexiones, junto con una película, no ya infantil, sino de esas que se nos presentan como vehículo “para toda la familia”?. Frivolidad frente a solemnidad o “Ramona y su hermana” y “copia certificada”. Sirva como excusa para empezar que ambos films cuentan con heroína femenina dentro.
De la primera si, si, es una película, de trastadas infantiles, dirigida por una mujer, Elisabeth Allen, y tiene guión dulzón y tramposillo en el que una niña pizpireta con sus juegos y travesuras varias reordena a su manera el destino de su familia. Constatación primera: Aunque la crítica no se ocupa de ella, la sala estaba llena. Segunda: los muchos niños asistentes no fueron, al menos en este caso, tan estruendosos y kamikazes como se dice por ahí. Y tercera: lo del título está francamente trabajado, muy pensado. Cuando algún niño quiera el dvd, lo recordará rápido. Y si no es así el resto queda para el padre o madre en el centro comercial. Si es el primero, munición no le va a faltar:”mire, salen Jennifer Goodwin, Bridget Moynahan ,Sandra Oh, y hasta una adolescente de Disney Chanel”. Las variantes femeninas para el disfrute paterno poco exigente son tantas en este film que el espectador masculino puede llegar a sentirse mejor que Clint Eastwood en “El Seductor” o William Holden en “Picnic”. Y si es mamá, como olvidar al olvidable John Corbett, el galán cachas que se casó a la griega. ¿Seguro que esta es una peli para niños?.
Sucede que unos días antes, en otro contexto, la última de Abbas Kiarostami. De esta la crítica si se preocupa ampliamente. Malévolamente diré que si respecto de  Ramona podría  decirse que “cuenta la historia de” con Kiarostami, eso no se puede. Los autores de prestigio ya se sabe “diseccionan, reflexionan y abordan problemáticas”. En este caso, la pareja, ni más ni menos. Utilizando el arte copiado como referencia, una supuesta pareja intenta infructuosamente a lo largo de un día  rememorar copiándolos, momentos que hicieron que su vida fuera una vez sublime, auténtica, para constatar que repetir viaje por la misma carretera en la que hace años fuiste feliz no necesariamente obra la magia. Que conste que otros ya lo han contado antes, y mejor, pero no con tanto afán de trascendencia tras la cámara. Tras el juego, se esconden espejismos de muy diverso calado. Y como acostumbra, al iraní no le basta con contar una historia con autonomía propia, sino que además utiliza su relato para hacer su particular estudio sobre la identidad y la percepción, entablando un diálogo directo con el espectador en el que juega con los efectos que la alteración de las convenciones narrativas espacio-tiempo producen no solo en los personajes, sino también en  nosotros.


Cierto es que Kiarostami posee su particular pulso para cocinar a fuego lento y en finas capas superpuestas su metalinguístico juego dialéctico, y para a través de larguísimos planos sostenidos (marca de la casa) intentar abrir en canal psico-sentimental tanto a la pareja como al espectador. También aprovecha su fino olfato para extraer hondas emociones a partir de la observación minuciosa del rostro humano, pero no dispone de Ramona. Esta se encuentra inmersa en una vida cuasi idílica de–esas-que-solo-pasan-en–las-películas. Se lo aseguro, no falta de nada, y para aquellos que alberguen alguna duda, decirles que por supuesto: hay mascota, manguera en el jardin y boda final. Aun así, por aquello de condimentar un poco mejor el guiso se añaden incluso problemas reales. Aquí se aborda hasta la crisis (el papá se va al paro) y las hijitas preguntan a sus padres como quien pide un vaso de leche ¿os vais a divorciar?. Pero que nadie se llame a engaño si de tópicos hablamos, ya que en la otra orilla también abundan: la crisis de la mediana edad, la Toscana y sus viñedos, y los viajes por Italia, con sus pintorescas plazas, visita a catedral incluida y mamma experta que da consejos.
Las relaciones no terminan ahí. Sobre todo para Kiarostami, amigo del trazo libre y de capturar cine dentro del desconcierto vital, al no estar acostumbrado a cargar con las claves de un género concreto (aunque sea para violentarlo) con sus códigos reglados a cuestas, queda encorsetado, lo que termina resultando una pesada carga que repercute en la solvencia narrativa del film, que se resiente y mucho, hasta el punto de que en este terreno la película infantil sale ganando ( para Allen someterse a un género no supone límite ni carga alguna, sino simple comodidad).
Pero hay más, porque ambas heroínas sufren a su manera. La niña tiene fugas mentales que se visualizan en mundos aun más maravillosos y aventureros que desearía vivir, y que incluso por unos momentos se materializan. Curioso, esto también parece pasarle o desear, aunque en otro registro, a la protagonista de Kiarostami respecto de su vida en pareja, aspecto en el que ambos films conectan. En ambos relatos se respira un cierto aire donde la descripción naturalista convive con lo fantasioso y una curiosa imaginería repleta de deseos no concretados, de muy distinto signo, eso si.
Y si no es difícil entender las razones del personaje de Juliette Binoche (estupenda por cierto, ¡que bien sufre esta mujer!)  uno se pregunta por que diablos quiere escapar una niña hacia mundos fascinantes si se supone que ya vive en uno ideal. ¿Será que el propio personaje se da cuenta de que vive inmerso en la mera fotocopia de un falso modelo? Yo creo que la sra Allen ni se plantea estas cosas, pero ¿no es este precisamente uno de los temas vectores de la película de Kiarostami?


Con todo, la ecuación del film de Elisabeth Allen se aplica de forma tal que en ese mundo ideal, en esa fotocopia multicolor donde hasta los coches se visten de arco iris, Ramona actúa como varita mágica, como elemento catalizador que con su sonrisa y sus despistes soluciona los problemas de sus padres, su hermana, su tia y hasta su vecino. Ella se encarga, por si hubiera algún desajuste, de certificar que la fotocopia sea perfecta.
Juliette Binoche, por el contrario, no termina de encontrar fórmula que resuelva sus enigmas, hasta el punto de que su admirable apuesta de indagación personal cuestionando su identidad y su vida de pareja le llevan de forma inexorable hacia un abismo en el que no deja de flirtear con el desastre. Le resulta  más o menos facil fotocopiar pero no certificar. Hay varios planos al final de “copia certificada” donde mira de forma inquietante al vacio y parece buscar, quizás inconscientemente, ese milagro, matemático o no que de salida al frío azote de realidades bastante agrestes. Lástima, porque Kiarostami no le va a ayudar y Ramona sale en otra película.

2 comentarios:

  1. No he visto la de Ramona y su hermana pero Copia Certificada me encantó. Reconozco que al gustarme Kiarostami mucha objetividad no tengo jeje pero justamente esos saltos narrativos me parecieron de lujo y el papel que juegan los idiomas en la construcción de la problemática, más aun!
    Un placer conocer tu blog, te sigo de cerquita!

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  2. Pabela. La idea de comparar ambos films resulta en principio descabellada, pero realizar un análisis comparativo resultaba atractivo. Ambas protagonistas persiguen y anhelan lo mismo, solo que una dispone de varita mágica y la otra no.Un saludo

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