miércoles, 9 de febrero de 2011

NUEVOS JINETES PALIDOS




 Una de las primeras novelas de la escritora Elvira Lindo se titula “algo más inesperado que la muerte”. Lo cito de pasada por lo evocador respecto del film que nos ocupa. Confieso que no me resulta facil comentar la última película de Clint Eastwood, “más alla de la vida”. Añadiré que incluso lo he pospuesto un par de semanas, como intentando atrapar el sentido último de un film tan grande y complejo. Con Clint además surge el problema de analizar sobre alguien con una imagen muy fijada en el aficionado y a quien todo el mundo cree conocer: sobre él se ha dicho todo y en apariencia se sabe todo. Por ejemplo respecto de esta película, se dice casi con unanimidad que supone un giro en su carrera, adentrándose en los límites del fantástico y lo sobrenatural, reflexionando sobre la muerte, algo al parecer novedoso en su cine. Una vez más, tremendo error. Hace ya algunos años leí una entrevista en la que se le preguntaba cual era su western favorito. Aunque afirmaba que había muchos que le satisfacían, al tener que decantarse por uno, sorprendió a más de uno al inclinarse por “los cuatro hijos de Katie Elder” de Henry Hathaway, y ello no solo por ser excelente, sino sobre todo por la trascendente e imborrable presencia que la madre muerta tiene a lo largo de todo el film, la cual va a ser vengada por sus cuatro hijos.
Declamar que es una novedad que Clint Eastwood diserte sobre la muerte y el más allá es sencillamente no haber visto su cine. Es más, supone haber olvidado que él mismo ha encarnado a la muerte en más de un film. En “el fuera de la ley” afirma ser el diablo y la muerte en persona, al igual que en “sin perdón”. Y en “el jinete pálido” su espectral aparición viene acompañada por un recitado del Apocalipsis: “y viajaba en un corcel blanco, su jinete era la muerte, y el infierno le seguía”. Supone olvidar asimismo que uno de los temas reincidentes en sus Films no es otro que el de la resurrección, cuestión que para Eastwood tiene un profundo significado moral y trascendente que va mucho más allá de la manida segunda oportunidad. Lo que ocurre es que con el paso del tiempo el sentido de sus parábolas avanzan no ya en una sola dirección, sino en varias, mostrando tapices complejos de dificil solución.
Ahora, y desde hace ya algunos años, el pistolero resucitado que actuaba como angel exterminador restaurando por la vía del mal un cierto orden ya no sirve, básicamente por ser sus tramas más complejas, pero sobre todo por que el contacto con la muerte trastoca y deja siempre malheridos a sus héroes. A medida que  avanzan sus films, matar resulta cada vez más doloroso y traumático, y por supuesto nada divertido. Y no estamos hablando solo de una cuestión ética, sino de una honda dimensión espiritual y de conciencia. Ver al respecto el final de “Un mundo perfecto” o “sin perdón” o el via crucis que supone todo el entramado de “deuda de sangre” o “ejecución inminente”.
El contacto con la muerte es contemplado por sus personajes desde una situación de progresiva zozobra, de condena moral, hasta llegar a un punto de no retorno que podemos contemplar en “Mystic River” o “el intercambio” alcanzando su punto culminante en “Million Dolar Baby”, auténtica declaración de principios sobre como afecta al alma del hombre vivir en primera persona la muerte de un ser querido. Y no estamos hablando de un director que trate de sacudir conciencias, antes al contrario, lo que se muestran son ya conciencias sacudidas, vapuleadas por la vida y la muerte.
Siguiendo su coherente propio camino trazado y como no podía ser de otra forma los personajes de “más alla de la vida” se encuentran en similar tesitura. Dos de ellos viven dos experiencias límite (un tsunami, la pérdida de un hermano gemelo) que afectarán a su vida cotidiana de forma radical. En lo que constituye un toque irónico que demuestra que Eastwood es “un tipo de los de antes” nos muestra a ambos intentando infructuosamente buscar soluciones y respuestas trascendentales a sus enigmas nada menos que en Google.
A estos dos personajes, hace algunos años, les hubiese salvado de las profundas simas en que se encuentran el justiciero que aun condenándose a si mismo, de forma enigmática y sobrenatural reinstauraba en la medida de lo posible algo parecido al previo orden natural. Sin embargo, aquí ese personaje está moralmente abatido y el ejercicio de su cargo le supone una carga pesadísima, hasta el punto de que, a parte de considerarlo una maldición, ni siquiera desea seguir con su profesión de parapsicólogo ya que “una vida basada en la muerte no es vida”. Para aliviar su dolor intenta desconectar, buscar un trabajo sencillo y apuntarse a cursos de cocina. Pero las sanas intenciones de esta última versión de este nuevo loner errático están abocadas al fracaso y el contacto con una joven en apariencia jovial y desenfadada, esconde una vez más un catálogo de torturas morales que cortocircuitan de raíz una posible relación. Su único consuelo como el mismo explica, lo haya en la lectura. “Shakespeare está muy bien, pero me gusta más Dickens…” dice. Para cualquiera que haya leído la obra de ambos la elección de este último define al personaje casi de forma definitiva.


Eastwood se emplea a fondo a la hora de describir lo que mejor conoce, el tormento de vivir y un estado similar a la orfandad tras palpar física y espiritualmente la muerte, tras sentir su seco impacto, y lo difícil de su digestión. Es por eso que su película, como muchas otras suyas, comienza de forma apacible, soleada y naturalista, para sufrir de pronto el acoso de una brutal amenaza, tan abstracta como inesperada y rotunda, la cual altera de forma irreparable el curso de los acontecimientos. Ejemplar y modélica toda la forma en que se desarrolla el comienzo del film, y una auténtica lección de cine el desarrollo del tsunami (lección que debería aprender más de un moderno, sobre todo algunos personajes que se consideran presuntamente especializados en el cine de catástrofes).
Para los gemelos británicos (cuya historia da de por si para un largometraje) el tsunami llega primero en forma de asistentes sociales, y después como accidente involuntario. Solo los maestros, y Eastwood lo es, son capaces de captar las sutilezas y complicidades existentes entre los dos hermanos, su relación con su madre y su postura de afianzamiento familiar ante la adversidad, con la economía expresiva y riqueza de matices utilizada en esta cinta. Otro tanto cabría decir del progresivo ahogo vital en que se va sumiendo el personaje que encarna Cecile de France. Y es que Clint Eastwood en el apartado formal y de puesta en escena, continua como en sus mejores tiempos, desarrollando un clasicismo envolvente y muy depurado, pero sobre todo sin desperdiciar munición innecesaria, guardando las balas (tomas) para los momentos oportunos.
Pero volviendo al fondo, de su complejo y poliédrico tapiz humano y geográfico, repleto de matices, resulta un panorama en el que ahora si, todos sus personajes, tras el azote de la vida y el susurro de la muerte, se convierten en auténticos, nuevos jinetes pálidos sin aparente rumbo fijo, mas allá de la interrogación y búsqueda de respuestas, razón por la cual el encuentro final fortuito entre los tres protagonistas no molesta, pues se reconocen en su angustia. Y esta no es en absoluto novedosa en su filmografía. Quizás por eso una de las escenas más escalofriantes de su cine es aquella de “mystic river” en la que un Sean Penn noqueado moralmente debe identificar el cadáver de su hija asesinada:” si, es ella, es katie, es mi hija”.
En este contexto, en “más allá de la vida” se insiste una vez más en subrayar el dolor de los vivos, su aturdimiento vital, frente a cierta placidez en el otro lado. Si la niña Caroline de “Poltergeist” no paraba de gritar y pedir ayuda desde el más allá para ser rescatada, aquí cuando ambos hermanos por fin se encuentran gracias a la ayuda final del loner atormentado, quien pide ayuda de forma angustiosa y desesperada es el vivo, mientras que el fallecido le responde “que no se preocupe, por que aquí la ingravidez es güay”. Aspecto que nos demuestra que las intenciones del film no van por el lado de dar explicaciones científicas sobre que hay más allá ni como es, sino sobre los efectos de la muerte en el más acá y lo arduo y doloroso que resulta emprender una misión íntima que vaya en busca de comprender la trascendencia desde lo humano hasta otra dimensión. Es en este apartado donde cabe decir que Eastwood se acerca a Bresson, a Dreyer y a Bergman, sin dejar de ser él mismo. También se nota que ha leido a Beckett, a Poe y a Withman. No se cuantas obras mayores nos quedan por ver del maestro, ya sobrepasa los ochenta. Por cierto, y aunque no venga muy a cuento, la última novela de Elvira Lindo, se titula “lo que nos queda por vivir”. 



3 comentarios:

  1. Hola,
    Te he visto en el el blog de zinefilaz... y paso para decirte que me gustó la película... Admiro mucho a Eastwood y creo que ha hecho un buen trabajo pese al tema tan complejo.
    Interesante entrada.
    Un saludo.

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  2. Me sumo al debate.
    No encuentro enriquecedor el planteamiento sobre la muerte que hace el director.
    Creo que podria haber sido mas interesante abordar las experiencias de retorno a la vida en situaciones limite, como la que sufre la periodista.
    Indagar en ese espacio de transito, desde dos puntos de vista: el sensorial y humano y el de la experiencia medica, me hubiese fascinado.
    En todo caso, me gusta este blog.
    Las criticas son interesantes y tienen muchas referencias estimulantes que invitan a reflexionar.
    Estupendo trabajo.

    Penelope

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  3. A Laura Uve, agradecerte ante todo la visita y la lectura. Creo que hay muy poca gente que defienda esta enorme película. Reconforta saber que no soy el único.Gracias y un saludo.

    A Penélope,decirte que los intereses del film no van sobre indagar sobre el tránsito a la muerte ni el mas allá y mucho menos desde una perspectiva médica.El planteamiento de la historia de la periodista al que aludes es precisamente rico por cuanto ella iba a realizar una investigación sobre los escándalos financieros de alguien fallecido (Miterrand), y su experiencia personal le lleva a cambiarlo por otro más íntimo y trascendente, cosa que afecta a la vez que da un vuelco a su vida personal, a su yo más íntimo.Lo que tu planteas que te hubiese gustado ver es sin duda un buen punto de partida, pero estaríamos ante otro film.

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