Para bien y para mal en este caso el zapping tiene la culpa. Para bien porque me permitió ver casi completo un documental sobre la vida y milagros de las más antiguas glorias femeninas de Hollywood. Para mal puesto que al no verlo entero no puedo decir ni siquiera el título, ni quienes son sus autores. Se centró en los años 20 y 30. Muy glamuroso y nostálgico. Por él desfilaron muchas de las que son. Pero no estuvieron todas. Algunas han pasado casi al olvido y solo se les mencionó de pasada o se sacó una rápida foto. No importa. Esos olvidos serán subsanados aquí en sucesivas entregas. Esta es la primera. Como se trata de un experimento procede ponerle nombre, como se hace cuando se descubre un satélite nuevo o cuando se avecina una tormenta tropical. Vamos pues con lo que vamos a llamar “El curioso caso Norma Shearer. Ascenso y caída de una estrella”. Queda un poco solemne y pomposo, me consta. Para quien se pueda preguntar qué enigmas encierra esta mujer, los iremos viendo.
Norma Shearer, canadiense de nacimiento, llegó a Hollywood en los años 20 y tuvo una carrera de altibajos hasta su final en los años 40. Lo curioso del caso es que depende de a que fuente acudamos su relevancia varía y mucho. Cualquier biografía que se consulte sobre el periodo o sobre la actriz (y hay varias) marcan tres momentos en su carrera. El primero comprendería los comienzos en el ámbito del cine mudo. El segundo viene marcado por dos datos cruciales. Su fichaje por Metro Goldwin Mayer en 1924, y su matrimonio con el productor Irving Thalberg en 1927. A partir de ahí y hasta la muerte de Thalberg en 1937 se concentra su periodo más fructífero, que incluye incluso la concesión del oscar por “la divorciada” en 1930. El tercer acto lo forma su posterior declive hasta su desaparición de las pantallas en los años 40. Todo ello sobre el papel, ya que las cosas son más difusas.
El presunto misterio se produce ya que no queda muy claro si su despegue y consagración como estrella absoluta coincide con el fichaje con MGM y su matrimonio con Thalberg o pese a ello. Y por el hecho de que sus cintas más famosas hoy salieron a la luz una vez muerto su marido. Analicemos el contexto. Por una parte es bien conocida la férrea disciplina que Louis B. Mayer imprimía en el estudio. Auténtica mano de hierro a la hora de forjar cada proyecto. A eso se une que como jefe de producción contrata a Irving Thalberg, el cual merece un párrafo propio. La influencia de Thalberg en la forma de hacer películas transforma de tal modo el medio cinematográfico que sus aportaciones aún se reconocen en la actualidad con un premio anual que lleva su nombre como contribución a la producción cinematográfica.
Thalberg, denominado el “wonder boy” de Hollywood da un giro definitivo a la figura del productor que controla todo el proceso de una película. Desde la elección del guionista y director hasta los últimos detalles de la promoción. Por supuesto también participa de forma activa en la elección del reparto e incluso en decisiones sobre el presupuesto y en el propio set. Es decir, Thalberg se convierte en el hombre ideal que necesita Louis B Mayer para el control absoluto de cada película.
Teniendo en cuenta además su fama de fabricante de estrellas, todo parece cuadrar. Y es fácil caer en la tentación de pensar que Norma Shearer fue un producto prefabricado y lanzado al estrellato por Thalberg y Meyer. Y se puede creer que los días gloriosos de la actriz coinciden con ese periodo y finalizan justamente con la prematura muerte de Thalberg.
No obstante, en contra de esa tesis hay argumentos de peso. El primero la indiscutible y soberbia calidad tanto dramática como cómica de Norma Shearer, la cual no necesitaba padrinos que avalasen su excelencia. El segundo, su importancia y popularidad en el denominado periodo pre code. Al respecto, su consideración de gran figura en el Festival pre code que se celebra cada año en San Francisco es indudable. A ello se añade el furibundo libro “The girls” de Diana Maclellan y sobre todo las aportaciones del controvertido libro “Complicated women” de Mick LaSalle. La antítesis del documental nostálgico, glamouroso y etéreo que ví hace unas semanas. La obra de Mick Lasalle se ha convertido en referencia de toda una corriente que dio paso a un documental del mismo título narrado por Jane Fonda. En el documental se describe con aportaciones e imágenes impagables lo que se considera el mayor apogeo de reivindicación y autoafirmación femenina de toda la historia del cine. Justo antes de la implantación obligatoria en 1934 del Código Hays. Es lo que se conoce como la etapa pre code, pues aunque el código nació en 1930, no dejaba de ser un catálogo de intenciones que se vulneraban una y otra vez, dentro y fuera de la pantalla. La denominada “Legión de la Decencia ” creada al efecto impulsó su obligatoriedad. La legión, estaba también muy preocupada por lo que ocurría en la calle. Había que dar respuesta a muchas preguntas ¿Por qué las actrices escandalizan con su comportamiento frívolo los hogares puritanos? ¿Mató Jean Harlow a su marido? ¿Como era posible que una menor como Loretta Young se fugase con un actor mucho mayor para escándalo general? ¿Era la bisexualidad norma entre las actrices? En definitiva ¿Era Hollywood una nueva Sodoma o era Babilonia resucitada? .
Mucho antes de que Simone de Beauvoir escribiera “el segundo sexo” y muchísimo antes de que Evelyn Sullerot disertase sobre “El hecho femenino” y la liberación de la mujer, Jane Fonda y Mick Lasalle nos describen un Hollywood años 20 y 30 irrecuperable en la plasmación de una mujer liberada, sin ataduras, inteligente, independiente y que afronta sus decisiones tomando la iniciativa en todos los ámbitos, incluido por supuesto el sexual. Capitaneaban el equipo entre otras, Jean Harlow, Loretta Young, Fay Wray, Kay Francis, Claudette Colbert, Kate Hepburn, Miriam Hopkins, Janet Gaynor o Joan Crawford. No obstante, el documental de Lassalle afirma que si había dos reinas absolutas del periodo esas eran Greta Garbo y aunque hoy parezca imposible Norma Shearer. Una convertida para siempre en mito más allá de la historia y otra que pasó al más absoluto de los olvidos antes de ser víctima del destino y masacrada como actriz, como ahora veremos.
Al parecer (uno por desgracia no ha visto todos los films) de todas ellas Norma Shearer fue tal vez la que primero y con mayor atrevimiento llevó hasta sus últimas consecuencias ese ejercicio supremo de libertad y afirmación femenina. Si bien en principio encarnó a la típica joven dulce y virginal, pronto eso pasó a mejor vida. Los tiempos de “El príncipe estudiante” de Lubistch dieron paso a obras mucho más atrevidas y contundentes como “La llama eterna” o “vidas íntimas” ambas bajo la dirección de Sidney Franklin. O caso de “Besos al pasar” “La divorciada” o “Alma libre” de Clarence Brown. Según “Complicated women” en esa época antes de la promulgación del código, Norma Shearer no solo se muestra desinhibida y seductora, también aparece como ejemplo de mujer adúltera y lujuriosa, sin prejuicios ni ataduras morales o sexuales. El documental la sitúa como bandera de un movimiento conjunto en el que la mujer es absolutamente dueña de su destino, elige al amante que desea o despacha sin contemplaciones al marido que no le satisface. Un concepto de mujer absolutamente valiente y sin tapujos tanto en el ámbito profesional como en el personal. Mujeres independientes que presumen de soltería y deciden sobre su maternidad fuera de la pareja, e incluso optan por la prostitución como estilo de vida.
El dilema se produce por cuánto una de las dos versiones no puede ser posible. O bien Norma Shearer fue un típico producto de estudio manejado por su marido Irving Thalberg, o bien una mujer absolutamente liberada y ambiciosa que abanderaba una posición absolutamente libre en el tratamiento y significación de la mujer. Las dos opciones son imposibles. Sobre todo por que no se debe olvidar el papel de los guionistas, que también durante el periodo pre code escribían esas historias que obviamente, no nacían por generación espontánea. No es descartable que ello pudiera formar parte de criterios puramente comerciales de gran rentabilidad económica, y que el código trató de evitar.
No obstante en todo este cóctel hay que tener muy en cuenta la propia idiosincrasia represiva y mercantilista del estudio, con Mayer y Thalberg a la cabeza, que controlaban absolutamente todo, incluido el largo de cada vestido. Ninguna decisión se tomaba sin su supervisión. A lo que se suma que curiosamente el máximo reconocimiento artístico de la Shearer coincide con la desaparición de Thalberg, cuando realiza “María Antonieta” con Tyrone Power, y sobre todo “the Women” (Mujeres) junto a Joan Crawford y Rosalind Russell, dirigidas por George Cukor.
Este último film resultaría letal para su imagen, ya que aceptó incorporar un papel radicalmente inverso a los anteriores. Justamente el de sufridora y amante esposa. No hay que olvidar que Norma Shearer fue la primera actriz en el punto de mira de la liga de la decencia. No obstante la mayor humillación artística estaba por llegar. Ella, que había sido considerada gran estrella de los 30 en el estudio Metro, una auténtica diosa de la pantalla, se ve sometida a la cruda realidad de verse incluida como una más en la interminable lista de aspirantes para hacerse con el papel de Scarlett en “Lo que el viento se llevó”. Sacando casta pronunció aquella frase mítica “¿Escarlata? Bah! no me gusta ese papel, lo veo muy poco interesante. A mi, a quien me gustaría interpretar es a Rhett Butler”. Dicen que se retiró abatida por su depresión y por las continuas peleas con el estudio tras morir su marido.
Aun así el dilema está servido. Las tesis que mitifican de modo romántico el periodo pre code lo glorifican como ejemplo de cierta libre moral imperante en el Hollywood de los años 30 hasta la llegada del código. No obstante, no creo que se pueda tomar como un movimiento consciente per se. Aunque Lassalle lo afirma rotundamente y abunda en datos. Además él posee una prueba irrefutable: el testimonio vivo de esas películas está ahí. El film pre code por excelencia, el considerado más escandaloso pudiera ser “Baby Face” en el que se insinúa una relación incestuosa de Barbara Stanwick con su padre antes de emprender una carrera hasta lo más alto a base de utilizar sexualmente a los hombres. Curiosamente, para los defensores del cine pre code, el fin del periodo queda perfectamente plasmado en “Rebeca”. Joan Fontaine representaría a la nueva mujer virtuosa mientras Rebeca supondría una recreación fantasmal y superada de la mujer pre code, amoral, libertina, bulliciosa y ambigua sexualmente, cuyo retrato perece entre las llamas.
Otra idea muy extendida es esa que considera que el código cortó de raíz la aparición de ese tipo de mujer libre, sofisticada y ambigua en la pantalla, y sin embargo si permitió otros tipos que apostaban por mujeres más oscuras y tenebrosas, en las que el rol femenino varía hacia una visión de la mujer como encarnación del mal y del pecado. Caso de la Barbara Stanwick de “Perdición” o “Stella Dallas” la Bette Davis de “la loba” o Gloria Grahame en “Deseos humanos” por citar solo algunos ejemplos. Sin embargo, esa idea de que el código fulminó de un plumazo toda imagen de mujer independiente, inteligente y liberada no es absolutamente cierta. Greta Garbo o Marlene Dietrich ya encarnaron el mal hecho carne antes del código.
Pero para salir de dudas definitivamente solo hay que echar un vistazo a films posteriores al código. Basta ver a Bette Davis en “Jezabel”. Ver a la misma Barbara Stanwick en cintas como “Bola de fuego” o acercarnos a Lauren Bacall en “Tener y no tener”, a Rosalind Rusell en la primera versión de “The front page” o ver a Carole Lombard en “Matrimonio original”. Mujeres de fuerte personalidad, erotismo, sensualidad e independencia. Curiosamente y para desgracia de los defensores del cine pre code el papel de mujer hecha a si misma que con mayor fuerza ha pasado a la historia del cine es Scarlett O`Hara, film de 1939.
Es difícil concluir con rotundidad sobre si en el Hollywood clásico el modelo femenino es más independiente, libre, ambiguo y amoral en los años 20 y 30 que en los 40. Pero lo que si es rotundo y no admite duda es que lo era mucho más que en el presente. Para ello solo hay que echar un vistazo a la actual versión de “the women” protagonizada por Meg Ryan y Annette Bening y darse cuenta de lo que se ha retrocedido. No solo es que ya no dirija Cukor y que comparar ambas películas resulte ocioso. Es que ahora nos encontramos con ricas mujeres paseando trapitos que exhiben su independencia y liberación exclusivamente económica, aunque no paren de parlotear sobre sexo y hombres. En lo demás acusan un conservadurismo trasnochado y galopante. El mismo que destilan supuestas cintas rompedoras sobre la condición femenina, caso (por citar una) de la tramposa “la cosa más dulce”, que pese a su supuesta modernidad termina como no, con clásica boda por todo lo alto. Por no entrar en supuestas mujeres desesperadas que practican sexo en Nueva York. Habría que acudir a los márgenes del cine independiente para vislumbrar algo en otro sentido.
Lo que si resulta evidente en el caso de Norma Shearer, es que no conservó su estatus de Diva total como si hicieron Greta Garbo, Marlene Dietrich o Carole Lombard. Y eso es algo que se debía reparar en la medida de lo posible. Estamos ante una actriz descomunal y con un magnetismo único. Atractiva, seductora, y sofisticada. Y sobre eso no hay misterio alguno que resolver.
Muchas han sido las fuentes de inspiración para este texto, incluido el documental de Lassalle. No obstante, por la excelente traducción realizada, uno no puede dejar de recomendar fervientemente la fenomenal introducción al libro cortesía de la que aun hoy sigue siendo como el María Moliner, la página de las páginas. De visita y consulta obligada. Dejo aquí mismo el enlace.
Esta entrada contiene fotos de Norma Shearer, Jean Harlow con Clark Gable, Barbara Stanwick, Kay Francis, Greta Garbo, Carole Lombard, Norma Shearer, Loretta Young con Clark Gable en "La llamada de la selva" y Lauren Bacall. Aquí dejo el documental "complicated women" de Lasalle para quien quiera visionarlo. Lástima que no pueda aportar el visto recientemente en tv. La comparación resultaría muy jugosa por cuanto ambos describen unos años 30 completamente distintos.