Existen fenómenos mediáticos extremadamente perniciosos sin ser ellos mismos conscientes de lo que su imagen genera. De vez en cuando surgen figuras populares que al margen de su calidad, marcan tendencias no siempre favorables. Se articula entonces una especie de mimética que provoca un aluvión de sucedáneos que terminan por imponer una forma de hacer las cosas no precisamente positiva. Para dejarlo más claro, un ejemplo: Madonna. Sin entrar a cuestionar su calidad y sus mil cambios de imagen, su carácter de fenómeno de masas provoca una catarata de imitadoras que están en la mente de todos. Su función es meramente comercial, pero a la postre, terminan por imponer unas maneras de hacer pop, que solo sirven para uniformizar y perjudicar gravemente a este en su conjunto.
En el cine sucede igual. De vez en cuando surgen films que, dejando a parte su discutible calidad, sirven de espejo para infinidad de películas posteriores que carentes de personalidad propia, prefieren moldearse a la sombra del modelo que triunfó. Si hay dos películas que sin duda han hecho un daño involuntario al cine de los últimos años son “braveheart” y “gladiator”. Ambas fueron muy celebradas en su momento, y se las consideró una renovación de dos géneros que en el año de su estreno estaban marchitos. Por cierto, ninguna de las dos, pese a sus aciertos, está envejeciendo precisamente bien. Y no creo que sean consideradas dos clásicos indiscutibles dentro de diez años. Pero en realidad la cuestión no es esa, sino el saqueo que han sufrido bajo el paraguas de la innumerable cantidad de burdas imitaciones “al estilo de” que han surgido a su amparo en estos últimos tiempos.
Aun así, el verdadero problema está en que puestos a imitar, ni se ha ido más atrás en el tiempo rememorando el auténtico clasicismo, ni se ha buscado entre los aspectos fílmicos más nobles que hay en esos dos films, sino todo lo contrario. Se han copiado sus defectos. Y algunos, como el director de “Elizabeth la edad de oro” creen que basta con poner a la heroína a caballo en una colina dirigiendo una arenga a las tropas para obtener un momento sublime “a lo braveheart”. Otros creen que con resucitar digitalmente la antigua Roma a base de sangre, violencia, sexo y frases altisonantes está todo hecho. Por ahí circula alguna serie de tv manifiestamente mejorable para corroborarlo.
Siendo este el estado de las cosas, que diría Wenders, llegamos a “la legión del aguila” film de Kevin Mcdonald. Hacía tiempo que no veía un film con un comienzo tan prometedor como excelente. Un nuevo centurión debe hacerse cargo de un destacamento menor en la frontera con Caledonia. El lugar es lúgubre, los ánimos del batallón bajo mínimos, las provisiones escasean y la fortaleza es insuficiente. Pero lo mejor es la sobriedad y la densidad dramática con que está descrito el panorama, propio de un western crepuscular. Planos medios y generales, muy descriptivos de una fortaleza y un paisaje humano desolador, a lo que no añade nada la desconfianza que genera tanto la juventud e inexperiencia como el pasado del nuevo centurión, cuyo padre desapareció en idéntico lugar con toda una legión, cargando él mismo con la pesada carga de la deshonra. Son quince minutos donde la atmósfera mortecina del día a día en el destacamento están diseñados y narrados con buen pulso de forma que el glorioso esplendor que a Roma se le supone no asoma por parte alguna. Antes al contrario, el temor y los malos presagios se adueñan de un grupo de hombres siempre a la espera del adversario, metidos en brumas físicas y morales que no anticipan nada bueno.
Bueno, pues que el espectador disfrute de esos quince minutos, porque después el edificio se viene abajo y se acabó lo que se daba. Ante todo, alguien debiera explicar a Kevin Mcdonald que el arte de filmar una batalla no consiste precisamente en un batiburrillo mareante y sin sentido alguno donde la puesta en escena desaparece. Ya que parece ser que tanto le gusta, según sus propias palabras, debiera visionar una vez más el famoso desembarco en Normandía de “salvar al soldado Ryan”, para que compruebe que una cosa es la descripción minuciosa de unos personajes desorientados en una situación límite, y otra muy distinta la más pueril inoperancia a la hora de narrar, convirtiendo una batalla en una auténtica ceremonia de la confusión, propia de un mal videojuego.
“La legión del águila” se viene abajo tan pronto como las peores convenciones (que no el clasicismo) asoman una tras otra machacona y reiterativamente: El honor perdido, el valor de novela barata puesto a prueba, el viejo senador que da consejos sabios, el esclavo del que también hay mucho que aprender, el político despreciable y clasista que jamás ha cogido una espada, los dos antagonistas que se alían por la libertad…
La cosa se estropea aun más cuando el atormentado guaperas protagonista (Chaning Tatum) y su esclavo celta (Jamie Bell) parten hacia territorio prohibido en busca del estandarte perdido del dichoso águila. Que a nadie se le ocurra pensar en la Odisea , ni en los horizontes perdidos de Anthony Mann, ni mucho menos en Ethan Hunt y su sobrino por Monument Valley, aquí Escocia. Lo que podría haber sido una mixtura curiosa y de gran atractivo entre el peplum y el western se difumina al instante por culpa de unos giros de guión previsibles y archisabidos y una puesta en escena atropellada. No se lo pierdan, por que resulta que amo y esclavo intercambian sus papeles, como si en la cultura celta existiese la figura del esclavo propia del derecho romano.
El delirio casi febril y sin sentido llega cuando aparece en escena una tribu de las highlands que más bien parecen salidos de Kenia y que bailan rituales alucinantes tipo waka waka. Por allí y en medio del desconcierto a mi me dio por buscar a Shakira, que con un poco de suerte igual estaba acompañada de Gerard Piqué animando la fiesta ritual. Igual es que entre tanto rodeo uno termina por no tomarse lo que está viendo en serio. Es lo que sucede cuando intentas colocar a un gladiator en territorio braveheart y agitas la coctelera. En los despachos de los ejecutivos suena muy bien, pero en pantalla el coctel no funciona y se termina perdiendo la brújula. ¿Por qué te importa tanto un trozo de metal? Le pregunta el celta al romano. No es un trozo de hojalata, es Roma, contesta el otro de forma solemne. Si él lo dice…
Menudo nivel de diálogo. Yo no la he visto (por lo que veo, afortunadamente) pero estoy totalmente de acuerdo en un par de cosas, en el daño que hacen algunas películas que en su momento triunfan al cine posterior que lo imita. Pienso que podría citar ejemplos populares como "El silencio de los corderos" o "Scream" en los que podríamos estar más o menos de acuerdo con la mayoría. Lo peor es el hecho de poder citar que quizás con "Elephant" de Gus Van Sant o con "Blisfully yours" de Weerasethakul pueda estar pasando algo parecido en el cine experimental. No sé si estás de acuerdo. Como siempre, brillante entrada. Un abrazo.
ResponderEliminarTengo la película pero todavía no la he visto, pero por lo que escribes me has bajado las ganas de verla, es cierto que la adquirí porque hace tiempo que no veo películas de romanos pero me dices que no logra la magia de "Corazón valiente" ni "Gladiador" y se dedican a dar giros previsibles, que pena, esperaba más, por ahí leí que podía ser una buena realización pero me dejas pensando. Un abrazo.
ResponderEliminarMario.
Bueno V, veo que mi comentario está dentro de la franja horaria de los comentarios perdidos por blogger a raíz de sus problemas técnicos. No sé si lo pudiste leer antes de su desaparación, pero más o menos recuerdo decir que no había visto la película, que estaba de acuerdo con tu apreciación sobre las películas que marcan una moda y con ello que crean modas absurdas (Creo que habl´de Sceam y El silencio de los corderos) y luego me preguntaba si ello no pasaba también en un cierto cine de autor, como a raíz de "Elephant" de Gus Van Sant. En fin, resumido éso era. Un abrazo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo en lo de 'Braveheart' y 'Gladiator'. Y nunca serán clásicos.
ResponderEliminarEsta peli es más de lo mismo, lo comenté hace unas semanas en mi blog. Forma parte de esa moda absurda del peplum.
Un saludo!!
Mario. La película empieza bien, aunque después en mi opinión los clichés y la falta de un narrador nato la sumen en la vulgaridad.
ResponderEliminarDavid. Es muy curiosa y acertada la referencia a Elephant, que es cierto, ha sido punto de referencia a la hora de narrar y crear atmósferas dentro del cine indie.Si que es cierto que el cine que se autodenomina de autor también puede verse afectado por el mismo viruS. Un saludo.
J. Feat J. Pues no creas, pensé que mencionar esas dos películas al parecer intocables iba a acarrearme alguna crítica. Si está moda no viene acompañada de buenos guiones y directores con un poco más de arrojo se quedará en poca cosa. Saludos.
No he visto esta peli y confieso que me hubiera gustado, pero finalmente preferí esperar a verla en canal plus. Confío en tu comentario y me alegro de no haber gastado perras inútilmente.
ResponderEliminarLas pelis históricas o de peplum corren un peligro de envejecimiento. Muy pocas de ellas se vuelven a ver con los mismos ojos.
Sí es cierto que hay una serie de la HBO, "Roma" que era un ejemplo excelente de buen cine.
Un abrazote.
ANRO. Has dado como es habitual en la diana. Esta película nació vieja, que no clásica. Y si uno desea facturar una fantasía, que lo haga, pero que no lo llame cine histórico. Un saludo.
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