viernes, 29 de julio de 2011

TRES CHICAS HITCHCOCK

 














Cuando se afronta el cine de Hitchcock surgen siempre una serie de lugares comunes que no por ciertos no dejan de esconder otras muchas realidades ocultas propias del magno universo del maestro inglés. Quien no ha oído o leído eso del “mago del suspense”, frase tan enigmática como paradigmática con la que parece querer resumirse toda su filmografía, con la que se ha comprimido y en ocasiones despachado su cine, definiéndolo en una sola frase. Otra de las cuestiones que siempre aflora, nunca falla, es la relativa a su obsesión por la figura femenina (ni que fuese el único) añadiría yo. Y si no basta con un vistazo a Buñuel, sin ir más lejos, por no meternos en aguas más pantanosas, del tipo Tinto Brass. De esta forma, igual que existen las “chicas Almodovar”, trono al que muchas aspiran en nuestro país, en el caso Hitchcock está su tan debatido  asunto en relación a las rubias y a las morenas, o a las morenas que se tiñen de rubias y viceversa, que de todo ha habido.


 Las mujeres en el cine del maestro forman parte de la propia mitología que lo envuelve. Pero claro, convendremos que unas damas gozan de más protagonismo y presencia estelar que otras. A las de más fortuna casi no hay ni que mencionarlas. Dejando de lado el caso Alma Reville, se puede afirmar que Joan Fontaine, Ingrid Bergman, Kim Novak, Grace Kelly y Tippi Hedren conformarían el auténtico top five de lujo. Y luego claro, hay otras, como la inolvidable Marion Crane camino de la ducha final, o hasta la indómita Talullah Bankhead, con las que al parecer el maestro se las tuvo tiesas. Otras directamente se las impusieron los estudios, caso de Julie Andrews, y las trató de aquella manera, como meros objetos decorativos. Sin olvidar que a este señor un día se le ocurrió hacer una comedia y la protagonizó, ahí es nada, Carole Lombard. La lista es muy larga.
Más de una vez me he preguntado, teniendo en cuenta que a nuestro hombre le gustaba trabajar con estrellas, como se las apañaría Hitch con el maltrecho star system actual. ¿Metería en vereda a Jennifer Aniston o Sandra Bullock?. ¿Sería capaz de montar una de suspense con el duo brangelina o preferiría directamente pegarse un tiro?. ¿Apostaría tal vez por las nuevas promesas rotas tipo Megan Fox o  se cortaría las venas?. Busquemos una rubia,¿Charlize Theron? Buff, la verdad es que no lo veo. ¿Kate Winslet, Naomi Watts?. Pues no se que decir, tal vez. ¿Franka Potente?,¿a que es divertido el juego?. Podemos acudir a las que se han utilizado en los remakes y que cada uno saque sus consecuencias. Gwyneth Paltrow participó en el remake de “Crimen perfecto” con resultados tirando a sosos. Y Anne Heche y Julianne Moore volvieron a alojarse en el Bates Motel en una película que todo el mundo apedrea.

 
Lo que si tengo claro es que de las nuevas generaciones, solo he visto en los últimos tiempos una actriz que me parece de gran futuro, y que tal vez encaje en el tipo de mujer sofisticada y enigmática que solía acostumbrar: Emily Blunt, la cual por cierto ha realizado no hace mucho un film de aires hitchcockianos titulado “Destino oculto”. Para quien no se situe luego coloco una foto. Reconozco que es una apuesta personal my particular, una corazonada ante una actriz que me parecer soberbia, aunque el tiempo irá colocando las cosas en su sitio.
Pero vayamos a lo que nos ocupa. En esta sección, destinada a los más desfavorecidos, no vamos a hacer un panegírico de las muchas bondades filmicas y de las otras de la mujer de Roberto Rosellini ni de la madre de Melanie Griffith. Y todo, debido a que en el planeta, que digo, en el cosmos Hitchcock, hay otras mujeres de gran valía que no han tenido tanta suerte como ese top five citado, y que pese a ser actrices notables no han destacado como aquellas o se las recuerda menos. Pienso por ejemplo en la maravillosa Diane Baker, encantadora en “Marnie” y a la cual habrá que dedicarle un comentario un día de estos, pues su trayectoria lo merece. Hoy sin embargo me voy a centrar en otra estupenda actriz, Ann Todd, y en su compañera de reparto Alida Valli  en esa película que algunos (confieso que desconozco las razones) consideran un Hitch menor, “El proceso paradine”.


Alida Valli aun conserva intacta cierta aura mítica debido a este film, y a su participación en otras dos cintas para la historia “El tercer hombre” sobre cuya real autoría a cuatro manos sigue discutiéndose y “Senso” con Visconti de por medio. No obstante, a parte de estos destellos su carrera tampoco es que sea precisamente un continuo legado de éxitos imperecederos ni de obras maestras. Aunque con esas casi nos vale. El caso de Ann Todd, es ciertamente más curioso. La que fuera esposa de David Lean y trabajara en films como “la barrera del sonido”, “Madeleine” o “the passionate friends” es una actriz de larga trayectoria que comienza en los años treinta y que parece estallar en los cuarenta cuando participa en “el séptimo velo” junto a James Mason. Pero no es ni mucho menos un nombre mítico ni que haya pasado a la historia como gran diosa del cine.


Es más, su propio papel en “El proceso Paradine” parece un resumen de su propia carrera. Una mujer que ve como el hombre al que ama, Gregory Peck, se le escurre poco a poco entre las manos al ser testigo directo de la progresiva fascinación que este siente por otra mujer, la fascinante y enigmática dama acusada de asesinato, interpretada por nuestra otra protagonista, Alida Valli. Esta última, de la cual no me resisto a dar su fascinante nombre completo Alida María Laura Von Altenburger (ahí queda eso), tiene una historia no obstante con aspectos curiosos, como esos que  señalan que tras ganar el premio como mejor actriz en el festival de Venecia y saltar a los usa abandonó temporalmente el cine y estuvo en paradero desconocido para evitar ser usada como abanderada y reclamo de las tropas fascistas italianas durante la segunda guerra mundial. Al parecer existíó hasta orden de detención contra ella por ese motivo. Pero sigamos con el cine.

   
Después de participar en films como "la montaña trágica" junto a Glenn Ford, finalizada su carrera en Hollywood, es cierto que no todos pueden presumir de haber trabajado con Pasolini en “Edipo Rey”, con Bertolucci en “la luna” o con Antonioni en “el grito”. Pero también se apuntó a operaciones comerciales catastrofistas con muchas estrellas como “El puente de Cassandra” donde por cierto, la principal star no era ella sino Sophia Loren, o practicando el giallo con Darío Argento en “Suspiria”.
Por su parte a Ann Todd se la pudo ver años después en “El factor humano” de Otto Preminger, y de ahí reorientó su carrera hacia la producción y en apariciones esporádicas en algunas series de la tv británica, las cuales no puedo juzgar, no las he visto.
  
















Pero la cuestión es una vez más, el suave e inexorable descenso hacia el ocaso y el relativo olvido de dos actrices por lo demás excelentes, a las cuales las diferencia un pequeño gran matiz de carácter cinéfilo y mitómano: Alida Valli será recordada siempre, pues todo el mundo ha visto y reconoce el memorable final de “El tercer hombre”. Es un plano secuencia para la posteridad, estudiado en todas las escuelas de cine,  y en el que ella es la absoluta protagonista. Ann Todd no disfruta de esa suerte de raíz mitómana. No obstante, conste que en los títulos de crédito del film de Hitchcock, los que encabezan como protagonistas el reparto son Gregory Peck y Ann Todd, y más abajo Selznick nos avisa de que introduce a dos nuevas estrellas, Louis Jourdan y “Valli”, escrito así, sin el nombre y con una curiosa tipografía distinta al resto.


Dicen que el film no terminó de resultar del completo agrado de don Alfredo, cuyas exigencias desde luego van mucho más allá de las mías. Si algo trastoca este film haciéndolo singular tal vez es que se asemeja a un film de juicios sin serlo, y que además parece una variación sobre los temas ya tratados en “Rebeca”, cuya personalidad tenemos la sensación de que se nos aparece ahora en carne y hueso. Aun así, aunque las dos están estupendas, el papel de Todd y su interpretación de mujer sufriente y con zonas oscuras me parece más complejo y soberbiamente interpretado, aunque la fama parece ser que fue a parar a Alida Valli por su innegable magnetismo. Y para colmo, como se decía antiguamente, “salen” Charles Coburn y Charles Laughton incorporando este un papel turbio. Y eso son palabras mayores, sobre todo cuando este último no sobreactúa, como es el caso. 
     

Respecto de la apuesta personal, muy particular y que posiblemente hiera las sensibilidades más puristas, es solo una cuestión que se puede compartir o no. Tal vez haya quien se decante en un hipotético e imposible casting actual por otras opciones. La lista de candidatas, no obstante, si se aplica cierto rigor se estrecha por momentos, y casi podría decirse sin temor a equivocación que nadie hoy estaría a la altura para colocarse frente al maestro. Desde luego, descarto de inmediato a las hoy admiradas Scarlett Johansson o Natalie Portman. Aunque nunca se sabe que hubiera podido extraer el británico, me parecen opciones tan evidentes como erróneas visto el tipo de mujer que él buscaba y perseguía sin cesar. Prefiero indagar en lo nuevo y prometedor, y ahí si aparece Emily Blunt, enigmática, elegante y con cierto toque de misterio, y por cierto, buena actriz.      

viernes, 22 de julio de 2011

SALVEMOS A LAS ARDILLAS


No me voy a engañar a mi mismo ni tampoco a los posibles lectores. Si, yo también veo bodrios. Y no sirven excusas. Antes de comprar la entrada mi pareja, con bastante sentido común, me dio el oportuno aviso ¿esa? ¿seguro?. A la salida, y cuando aun no habíamos abandonado la sala me volvió a advertir. “Por favor, no pierdas el tiempo hablando de este lamentable subproducto en el blog”. Bueno, pues ya ven el caso que hago. Así me va. Aun así he de admitir que la verdad es que tenía intención de obedecer y obviar la chapucera experiencia, dejarlo pasar. Desde luego, siempre resulta mucho más interesante, más fino, yo que se, dedicarle un comentario a, por ejemplo “La reina de África” o “El cuarto mandamiento”. Son opciones infalibles. Pero resulta que yo lo que he visto esta semana es “Bad teacher”. Y ahora ya no sirve de nada poner el grito en el cielo, hacer aspavientos y rasgarse las vestiduras.
Lo grave del asunto es que uno ya se teme el desaguisado previamente y lo que entiendo no se puede hacer después es callar e intentar justificar el error argumentando que un par de días después se vio en dvd cualquier clásico imperecedero. Eso ya no vale, la fea mancha está ahí y cualquier parche que se desee poner intentando salvar el escollo definitivamente no sirve. La cuestión es porqué no se ignoró antes, cuando aun se estaba a tiempo.


Y uno se pregunta si en realidad practica el autoengaño más de lo que parece. Porque siendo sinceros y ya que estamos en plan confesión, recuerdo que también vi “noche y día” y ya puestos “salt”. Entonces, que pasa, ¿es que a mi en el fondo y sin admitirlo lo que sucede es que me ponen Cameron Diaz y Angelina?. Cuando no estoy en estado rem y soy consciente de mis actos juraría que no, pero la cruda realidad es que pagué por verlas. Al salir de “Bad Teacher” y en plena alucinación (si no no se explica) me encuentro a mi mismo comentando que me gustaría tener una conversación con Diaz para que cambie de representante y reoriente su carrera hacia el lado dramático, el que apuntó en “un domingo cualquiera” o “cosas que diría con solo mirarla”. Como si esta chica tuviese remedio.


Aunque, la verdad, si se desea, todo se puede zanjar diciendo que una mala tarde (película) la tiene cualquiera. De modo que aquí me encuentro, dispuesto a hablar del último grito de la comedia americana. No es ninguna broma. Una de las reflexiones que rondan tras el visionado de este artefacto es si verdaderamente estamos ante el último grito, pero en el sentido más peyorativo, que para el caso sería estertor. Esto es, si estamos asistiendo de forma inconsciente al acta de defunción del género. Uno puede optar por la solución facil, pensar que es simplemente una mala cinta y que ya vendrán otras mejores. Pero es que de esto último no estoy muy seguro. Y a ello no ayuda una sala prácticamente llena. No me extrañaría nada el parto de “bad teacher 2”. A las pruebas me remito ¿o es que no ha habido un resacón 2?.
  

Destacar el esquematismo y la falta de luces de esta película es perder el tiempo. El concepto de puesta en escena, de ritmo, algo esencial en el género es algo que a sus responsables les debe resultar un concepto alien. Por cierto Lawrence Kasdan, el día que le prestaste a tu hijo Jake una cámara para pasar el rato la hiciste buena. Se supone que toda esta generación de hijos de cineastas se han pasado la vida viendo cine. Pues les aseguro que lo disimulan muy bien.¿no habrá visto este hombre “semilla de maldad” de Richard Brooks? Apuesto a que no. Aquí la progresión cómica, la calculada distribución de los gags y el dibujo de personajes que provoquen la diversión son mera ciencia ficción.
Ahora bien, como cada uno va por libre y se busca la vida, algo si me llama la atención de este film, y es precisamente como algunos personajes secundarios están a punto de salvar la película. Lo que oyen. Como ya saben, esto es un preparado, un vehículo absoluto para el lucimiento de Cameron Diaz, a la que le han prefabricado una presunta versión gamberra de aquellas “mentes peligrosas” que protagonizaba Michelle Pfeiffer.


En teoría su personaje políticamente incorrecto, mal hablado, fumeta, cuya preocupación máxima es ponerse un par de tetas a costa del instituto y pegar un buen braguetazo, debiera ser un bombón para una comediante como es debido. Pero estamos ante una partitura en la que se están tocando (y mal) las mismas penosas notas de siempre, reincidiendo en el esquema de aquel otro engendro titulado “la cosa más dulce”. Y por cierto, con el mismo mensaje final ultraconservador. Aquí en el cuadrilátero tenemos a un lado a Diaz y un pijo profesor al que pone rostro inerte Justin Timberlake, y en la otra esquina dos antagonistas que ¡sorpresa! se llevan el gato al agua y se convierten en dos roba escenas natos. Por un lado el pasota profesor de gimnasia que incorpora Jason Segel. Y por otro la relamida y marisabidilla señorita rotenmeyer cuyo papel corre a cargo de Lucy Punch (quien trabajó con Woody Allen en “conocerás al hombre de tus sueños” haciendo pareja con Anthony Hopkins). Aquí es la señorita Amy Ardilla, conocida por su constante peloteo al director, por ser una chivata consumada y porque cuando pierde los papeles hace gestos involuntarios con la boca similares a los de una ardilla (sic).



Estos dos personajes, se meriendan literalmente a la superstar Diaz y al guaperas Timberlake sin mucho esfuerzo, quedando aquellos en una situación vergonzante. Y aunque tengamos que soportar esa bochornosa escena del lavado de coches en la que Cameron manguera en mano se supone nos debe poner a mil (sin conseguirlo), las estrellas pierden el combate por ko. Normal, los otros no son estrellas pero son actores, y a parte de tener las líneas de diálogo más chisposas, se nota que se encuentran dentro del género como en el salón de su casa. Saben donde se han metido y cumplen con su papel sin problemas. Les aseguro que Amy Ardilla con su comicidad cercana al slapstick y el caustico profesor evitan con sus ácidas réplicas que el descalabro sea aun mayor.
Aunque no conviene volver a engañarse. Esto no deja de ser el enésimo ejemplo de que el género atraviesa momentos de profunda crisis que los espectadores no debiéramos avalar bajo ningún concepto. Uno no puede sino reivindicar a gritos un concurso de guionistas mínimamente decentes que ponga fin a tanta ñoñería adolescente salpicada de chistes escatológicos y (o) sexuales, que parece ser que venden. El resultado final no puede ser otro que el olvido o tirar de la cadena y dejar que todo el mejunje se vaya por el desagüe más cercano. A los que perdimos dos horas de nuestro escaso tiempo se nos debiera de indemnizar de alguna forma. Aunque ahora que lo pienso, no creo que la demanda prosperase, pues nadie me mandó ver esto, fui voluntariamente.         



miércoles, 20 de julio de 2011

EL AUTENTICO CREPUSCULO


Si alguien piensa que vamos a hablar de la adolescente saga de marras que vaya cambiando cuanto antes de canal.  Tampoco  abordaremos el de los dioses que sabiamente maquinó Billy Wilder en aquel memorable boulevard. En otra ocasión será. Hoy tratamos de un crepúsculo vital, consciente, irrefrenable y con mayúsculas. Vamos pues a lo que hoy toca. Un Paul Newman cansado, escéptico y sentado en la oficina de una comisaría, a punto de ser interrogado como sospechoso de un asesinato, nos susurra con voz en off de forma pausada “me llamo Harry Ross, y esta ha sido mi vida. He sido primero policía, luego detective privado y por último un borracho, aunque entre medio también he sido marido y padre. Muchos en mis circunstancias pensarían que para mi el mundo ha perdido su atractivo, pero se equivocarían”. De esta forma se define a si mismo en “al caer el sol” (twilight) un replanteamiento contundente y sin nostalgia de las fórmulas de cine negro realizado en 1998. Tres años antes el mismo Paul Newman encarnaba a otro tipo pícaro, perdedor pero superviviente nato en “ni un pelo de tonto” (nobody’s fool).”forjamos nuestras propias cadenas” dice Donald Sullivan (Sully para los amigos) al comienzo. Si el anterior se movía sin disimulo en los terrenos turbios del noir, este lo hace en el marco del costumbrismo a la americana.
En principio ambos films, así como su omnipresente personaje central nada tendrían que ver, salvo su principal protagonista, pero no es así. Ambas películas están dirigidas por Robert Benton, producidas por Scott Rudin y Arlene Donovan y lo que es más importante, basadas en sendas novelas de Richard Russo, el cual colabora con Benton en la redacción del guión en ambos casos. Ello nos lleva a la conclusión de que se trata de proyectos personales muy pensados fruto de un interés muy particular de dos amigos, Newman y Benton, en la obra de Richard Russo a la hora de ser trasladada a la pantalla.


Robert Benton, a quien siempre se ha considerado más dotado para el giuón que para la dirección ya había tratado ambos géneros con anterioridad, el noir en títulos como “bajo sospecha” con Roy Scheider y Meryl Streep y el más social y costumbrista en esa obra curiosa sobre los pioneros en tiempos de la depresión que es “en un lugar del corazón” (places in the heart) que le supuso un oscar a Sally Field.
Para solventarlo ya de un plumazo: en las dos Paul Newman realiza dos composiciones magistrales, y uno que se ha criado con el Newman clásico, no termina de tener muy claro si este fenómeno de la naturaleza resulta como los buenos vinos, cada año mejor que el anterior. Hasta tal punto es así que no concibo estas películas sin su imponente presencia.


Afrontar puro cine negro en 1998 sin caer en el revisionismo de cartón piedra no era tarea facil, aunque te favorezca que el año anterior sea el de la realización de “L.A Confidential”. Tampoco estaba de moda el cine costumbrista y rural. Ello convierte a ambos films en dos puntales aislados dentro de la cinematografía contemporanea. Pero ahora viene lo bueno, aunque a primera vista no lo parezca, su estructura y su alma es similar hasta parecer casi uno gemelo del otro, o al menos manejar y trabajar similares elementos dramáticos. Existe una tendencia a la unidad dramática que tiene que provenir por fuerza de la pluma de Richard Russo, pues aunque en apariencia dispares, se plantean cuestiones y temáticas semejantes.
Veamos. Ante todo, ambos son una estupenda tesis sobre el tránsito a la vejez y sus circunstancias y como afrontarla con mayor o menor dignidad. También sobre gente que tuvo un pasado más o menos glorioso y que ahora vive su particular crepúsculo, esa cuesta abajo inevitable a la que todos llegaremos de una forma u otra, y sino peor. Sully en “Nobody’s fool” es un chapuzas para todo que afronta con sarcasmo y soberano sentido del humor su etapa otoñal. Aunque mantiene una lengua procaz, sabe que su tiempo ha pasado. Esas miradas furtivas a Melanie Griffith como diciendo ¡si te hubiese conocido veinte años antes! Lo dicen todo. Harry Ross en “twilight” se encuentra en similar tesitura, es otro chapuzas que lo mismo arregla una lavadora que resuelve (si puede) un chantaje, afrontando con habil sarcasmo no exento de melancolía ese periodo crepuscular. Aun así ambos están dispuestos para la frase ingeniosa y preparados para disparar un último cartucho que sepa hacer sonreir a una mujer, y sino veasé esa maravillosa relación cargada de matices con la teniente que incorpora Stockard Chaning.


Pero las semejanzas no terminan ahí. Ambos personajes viven ligados por estrechos lazos a un matrimonio con problemas en una situación de ambigua y mutua dependencia. Sully con respecto al matrimonio formado por Melanie Griffith y Bruce Willis, ambos en permanente crisis por su irresponsabilidad y sus infidelidades. Su relación amistosa a tres les permite jugar partidas de cartas, robarse maquinaria y demandarse sin perder la complicidad y el buen rollo. Newman: “no pienso volver a trabajar para ti hasta que no me pagues lo que me debes” Willis:“no te debo nada, ni siquiera tienes contrato”. Newman: “es que tu no contratas si no es sin contrato”. Willis: “y es que tu joder, con contrato no trabajas”.
Harry Ross vive al amparo de un matrimonio también crepuscular. Una antigua   estrella de cine a la que se le agota su capacidad de seducción (Susan Sarandon) y un productor de cine enfermo (Gene Hackman) con los que mantiene semejante relación de camaradería forjada por los años y los secretos que los unen. Este último, Hackman, muy guasón le espeta con ironía “Harry, olvídalo, mi mujer hoy no se va a acostar contigo, sube a jugar una partida de cartas”.

               
Las similitudes van más allá. Ambos protagonistas llevan el lastre de su particular herida física, a parte de las otras, las que se intuyen. Sully cojea fruto de una caida de un andamio trabajando sin contrato y sobre Harry Ross planea la idea de que en uno de sus “trabajos” para el matrimonio, recibe de rebote un disparo en salva sea la parte. Ello tiene particular incidencia en la configuración y el ego de dos héroes no ya viejos, sino cansados y heridos, a los que solo el recurso al salvavidas del humor cáustico sirve de consuelo y cauterizante. Ello arroja ciertas dosis de melancolía sobre las dos películas, pero incide más en el antiguo detective, que aunque debe volver a sus lides, la película se encarga de dejar claro que “estamos en otros tiempos” muy distintos a los de Sam Spade o los del propio Harper, interpretado por el mismo Newman.
A ellos se unen personajes en descomposición, como el abogado cojo en “ni un pelo de tonto” o casi todo el plantel en “al caer el sol”.
Si alguno piensa que las similitudes acaban aquí se equivoca. Nuestros particulares quijotes, tienen sus referentes en dos entrañables ayudantes que rozan lo borderline y que aportan un punto cómico a ambas películas, Son dos ingenuos que no se enteran, que admiran al protagonista, le siguen, le obedecen y hasta le veneran como si el mito perviviese aun.


Y ambos films tienen su particular visión sobre la institución familiar, bastante escéptica por cierto. Es más, da la sensación de que tanto Sully como Harry Ross, fracasados en sus respectivos proyectos de familia, han construido un modelo familiar alternativo formado por amigos variopintos, entrañables borrachos y ancianas que no cobran el alquiler (magnífica Jessica Tandy en su última película). Es más, el personaje de la hija del matrimonio en “twilight”  se encarga de recordar a Harry su situación: “oye Harry, te comportas como si fueses de la familia, pero no es así, no eres más que un empleado”. Ambos son aparentemente humillados constantemente. A Sully el personaje del contratista que incorpora Bruce Willis le suelta tras perder el juicio por indemnización por lesión en la pierna “no te preocupes, America es un gran pais, solo aquí permitirían a un cojo y un lisiado como vosotros entrar en un tribunal y poder hablar con un juez” en alusión a la extraña pareja que forma con el abogado impedido.
No obstante, aunque ambos protagonistas estén mermados, sean mayores y atraviesen su particular ocaso crepuscular, no son, tal y como dice el título de uno de los films ni un pelo de tontos. Acumulan mucha sabiduría, experiencia y sentido común, y mueven sus cartas con mayor habilidad de la que parece. Por cierto la baraja es uno de los leit motivs de ambos films. Y Robert Benton se maneja con gran soltura en ambos géneros dando como resultado dos films notables y muy dignos, con guiones trabajados y personalidad propia. De esos que cada vez es más raro ver y que desde luego convendría abundaran más de lo que lo hacen. Absolutamente recomendables, juntos o por separado.       

miércoles, 13 de julio de 2011

DOS VIAJES CON DESTINO EN YUMA





















No, no vamos a hablar de aquel estupendo “Yuma” donde trabajó nuestra superstar Sara Montiel haciendo de india. Otra vez será. Vamos con ese periódico repaso al remake como fenómeno que venimos realizando. Aunque si, en esta ocasión le va a tocar turno al western. En 1957 y 2007 respectivamente se llevaron a la pantalla dos versiones de la novela de Elmore Leonard “3:10 to yuma”, o lo que por aquí conocemos como “el tren de las 3:10”. La primera es obra de Delmer Daves, la segunda de James Mangold y fueron realizadas ambas al amparo de dos majors. El tema permite analizar no solo los dos films en concreto, sino además el contexto en el que fueron realizados y su posición real dentro del género.
Si a uno le preguntan cinematográficamente por 1957 rápidamente vienen dos cosas a la mente. Es el año de dos muertes muy significativas: Por un lado la de Humphrey Bogart, mito clásico por excelencia, y por otro el del anuncio del próximo cierre de RKO, nada menos que el estudio que produjo “Ciudadano Kane”. Estamos pues ante una etapa de tránsito en la que el cine clásico de los estudios no ha muerto aun, pero donde empiezan a verse indicios de que estamos ante el germen de una mutación en la forma de concebirse esto del celuloide.


Así, aunque se siguen produciendo notables clásicos en glorioso blanco y negro como “testigo de cargo” o en color (“tu y yo”) Hollywood empieza a decantarse por las superproducciones de gran aparato en pantalla grande y technicolor. Son los tiempos en los que triunfan titulos como “la vuelta al mundo en ochenta días”,  “los diez mandamientos” “gigante”  o “el puente sobre el río Kwai”. Esto coloca al film de Delmer Daves como una producción modesta en la órbita de los westerns psicológicos estilo “solo ante el peligro” o “el último tren de Gun Hill”. Un proyecto que en su concepción mira de reojo al pasado. Hay que pensar que la competencia de la tv hace que Hollywood se comience a plantear films a lo grande, con super estrellas, decorados inmensos y multitud de extras: “Ben Hur” está a la vuelta de la esquina, y no tardará en llegar “horizontes de grandeza”.
En cuanto a la versión de 2007, constituye una pieza aislada, una rara avis que en España tardó más de año y medio en estrenarse debido a esa constante muerte y resurrección del western que llevamos padeciendo los últimos años. Ya saben que hay quien entiende que el western murió cuando Tom Doniphon disparó a Liberty Valance. Luego hemos conocido su deterioro con sabor a spaghetti y diferentes y sucesivas reapiraciones que están en la mente de todos y siempre bajo el sempiterno epígrafe del western crepuscular.


 Aun así hay buenos ejemplos modernos, pero eso si muy aislados y sin conexión alguna, pues poco o nada tienen que ver títulos como “open range” o “Gerónimo, an american Legend” por citar dos cintas excelentes y por cierto, bastante menospreciadas. Cabría por tanto preguntarse si el género como tal existe o no hoy en día por el mero hecho de que de vez en cuando aparezca “una del oeste”. Para no ir muy lejos: Ahora se nos anuncia un proyecto descaradamente alucinante y desvergonzado “cowboys & aliens” operación inclasificable sobre la cual no quiero ni pensar que opinarían Ford, Mann, Hawks o el mismo Peckinpah.
Pero volvamos a los films, que nos dan las 3 y 10 divagando. Mucho se ha hablado sobre comienzos estelares en la historia del cine. Pues bien, me atrevo a decir que la versión de “el tren de las 3:10” dirigida en 1957 por Daves posee uno de los más líricos y hermosos que uno puede contemplar en pantalla. Sobre un terreno agreste y plano, semidesértico, aparece minúscula por la zona izquierda superior del encuadre una diligencia, la cual describirá suavemente una hermosa elipsis en forma de curva hasta acercarse en un magistral plano secuencia hasta nosotros cruzando la pantalla. Si tuviera que elegir en uno de esos concursos tan de moda una imagen o secuencia que definiera en un solo plano lo que es el western clásico sin duda sería esta.


Lo que viene después es sencillamente majestuoso. La diligencia ha de detenerse al topar con unas cabezas de ganado. Tras el polvo levantado por la manada se encuentra estratégicamente situada a caballo la banda de forajidos de Ben Wade (Glenn Ford). Los jinetes aparecen como figuras fantasmales al despejarse la polvareda, y sin decir palabra, los miembros de la diligencia entienden la situación y levantan sus manos en señal de rendición. El uso de la economía expresiva a través de potentes composiciones horizontales y miradas penetrantes convierten el atraco en una pieza cinematográficamente modélica. Estamos ante el género en estado puro, ahí donde los mitos aparecen en su propia esencia.
Algo que James Mangold en 2007 no puede permitirse. Ya lo intentó en “Copland”, pero los códigos del western han sido en las últimas décadas tan manoseados y pisoteados con subproductos del tipo “bandidas” con Penelope Cruz, que recuperar el esplendor de antaño no es tarea facil. Mangold lo sabe, de ahí que opte por una solución inteligente, recuperar la mitología propia del género cuanto se pueda por la vía de la ensoñación. El primer plano de la versión 2007 nos muestra al hijo del granjero leyendo a hurtadillas en la cama un tebeo sobre forajidos de leyenda. La secuencia no tiene desperdicio, por cuanto ya se nos avisa en ese plano que aunque en pleno far west, estamos en un estadio posterior al momento en que se forjaron sus supuestos mitos, un periodo tardio en el que ya se añora con nostalgia los viejos tiempos del clásico héroe del oeste con mayusculas que resolvería rápidamente los (sus) problemas. Lo que no sabe todavía el muchacho es que no tardará en toparse de bruces con esa herencia mitológica del western, aunque la aparición sea doble y esté a uno y otro lado de la ley.


Aunque ambas películas parecen tratar la misma trama, la custodia del forajido por un granjero en apuros hasta subirlo en el tren que lo conducirá a la prisión de Yuma, ambos son muy distintos. La versión de Delmer Daves se centra en el estudio psicológico de personajes a los que encierra en un hotel en el que se dirimirán cuestiones morales en el divan del colchón. Dan Evans (Van Heflin), es un granjero orgulloso que tiene la mala suerte de vivir lejos del rio y reza por que llueva, y su abnegación causa la admiración de su mujer y sus hijos. Para él, los doscientos dolares que le pagan por el trabajo se convertirán al final en cuestión menor. Ante lo suicida de su misión exclama:” debo hacerlo. El borracho del pueblo dio su vida porque creyó que las personas deben vivir unidas, con honradez y pacíficamente”.
En la versión 2007 las cosas no son tan fáciles. El mismo Dan Evans pero más complejo (Christian Bale), es un antiguo soldado que en la guerra de secesión quedó mutilado y perdió parte de una pierna. Al contrario que el anterior vive junto al arroyo del que quiere ser desalojado por la vía rápida por el terrateniente de la zona. Ante su desesperación al serle quemado el granero manifiesta: “es una lástima que los médicos no me cortaran la pierna entera, ahora se pagan las pensiones por libra de carne amputada”.


Y sus hijos no solo no le admiran, sino que desconfían de su valor y determinación: Dan Evans: “William, si alguna vez estuvieras en mi lugar” a lo que responde el hijo cortándole en seco y con desprecio: “yo jamás estaré en tu lugar”. Las diferencias son evidentes en la escena de la cena en la que en la versión 1957, los hijos del granjero se enorgullecen de la puntería y valor de su padre, mientras que en la de 2007, se avergüenzan del mismo y admiran sin reservas al personaje que encarna Russell Crowe, ya que por fin tienen cara a cara, y en su propia cocina, a la leyenda que tanto se ha leido en los comics. La evolución en la relación padre-hijo se convertirá no obstante en uno de los grandes temas de la película en su versión Mangold, pues el hijo se unirá al padre en su ariiesgada misión más allá de la recompensa, cuestión que no sucede en la versión de 1957. Por cierto que tampoco está de más citar la otra relación padre-hijo entre el forajido y su lugarteniente Charlie Prince, incorporado estupendamente en 1957 por Richard Jaeckel y en 2007 por un Ben Foster muy inspirado a la hora de encarnar a la maldad en estado puro, un tipo del cual se puede esperar cualquier cosa.


Por otra parte, cada film es fruto de su época. El de 1957 es clásico, directo, conciso y relajado en las formas. El de 2007 es más expansivo, ruidoso y bascula constantemente entre lo crepuscular y los guiños clásicos. Y consciente de las posibilidades del guión James Mangold convierte el itinerario hasta llegar al hotel en un sinfín de aventuras, donde el viaje (una de las claves del western) tiene mucha mayor importancia haciendo un buen uso del formato panorámico y de la distribución de los personajes dentro del encuadre. Se suceden muchos más acontecimientos y se trabaja de forma noble la caracterización de la relación paternofilial aludida, así como el carácter traumático de la personalidad del forajido, el cual también tiene sus heridas y su propio código ético. Un tipo observador que cita la biblia y dibuja como pasatiempo. Esto es algo crucial, pues el Ben Wade versión 2007 reconoce a una persona íntegra y también con heridas internas como Dan Evans en cuanto trata con él dos palabras: “me gusta tu lado oscuro” le dice con sorna.


Donde ambos films varían es en el final, que en atención a quienes no hayan visto los films no voy a desvelar. Simplemente que el de 1957 resulta correcto pero no especialmente creible, mientras que el de 2007 resulta audaz, modélico, sorprendente y de una contundencia dramática sin paliativos. Un desenlace en el que convergen todas los temas tratados de forma notable, lo que termina por conferir al film un aire elegíaco y trágico.
No hay porque elegir entre uno y otro. El film de 1957 permite disfrutar de un clásico con un Glenn Ford pletórico y un Delmer Daves especialmente dotado para la narración compacta y la descripción psicológica de los tipos, sean estos principales o secundarios. La versión Mangold es vibrante, compleja y muy digna, saca de paseo a los personajes por la pradera y monta un espectáculo generoso visualmente y tan válido para la reflexión como para el entretenimiento. Una muestra de que el western no está ni mucho menos en estado comatoso, aunque tardemos un tiempo en ver otro de este calibre.

martes, 5 de julio de 2011

CAROLE BOUQUET: PERFUME DE MUJER


















Las paradojas del cine en ocasiones tienen poco de casual. En 1990 Carole Bouquet ganaba el premio Cesar de interpretación femenina por su soberbio e inmenso trabajo en “demasiado bella para ti” (trop Belle pour toi). En ella su estilismo, su gélida belleza y su magnetismo nada podían hacer para salvar su matrimonio y su personaje veía como una mujer muy poco agraciada y entrada en carnes se llevaba el gato al agua y le limpiaba en sus mismas narices a base de sentido del humor a su pareja. La película jugaba con los estereotipos femeninos para darlos la vuelta sin ser tal vez demasiado consciente de que se estaba poniendo en imágenes una realidad que a la postre podría entenderse como un resumen de su propia carrera.
Una actriz hermosa, enigmática, de mirada penetrante, una auténtica delicatessen que no obstante no ha tenido la trayectoria cinematográfica fulgurante que auguraban sus comienzos. Es su caso el de un relativo fracaso cuyas causas pasamos a analizar.



















No todo el mundo comienza con un maestro como Luis Buñuel. En “ese oscuro objeto del deseo” se convirtió en obsesión con mayúsculas de un maduro Fernando Rey. La película la iba a protagonizar María Schneider, pero finalmente el papel de la juguetona muchacha con la que se mantiene un continuo tira y afloja se repartió entre dos actrices, Carole Bouquet y Angela Molina. Ambas encarnaban a Conchita, personaje que se iba alternando como objeto inalcanzable incluso dentro de una misma escena provocando una sensación extraña en el espectador. Un experimento realmente atrevido, original, surrealista y sorprendente. Al parecer todo surgió de una idea absolutamente extravagante del autor de “nazarin” que al ser puesta en práctica resultó mucho más sugestiva de lo esperado.


De ahí, y tras un par de films que dejan patente que entre ella y la cámara existe una relación especial, caso de “buffet froid”, da el salto a un film comercial siendo fichada como chica bond en “solo para sus ojos” (for your eyes Only) junto a Roger Moore. Su presencia la situa de inmediato como una de las chicas de la saga que encaja con mayor verosimilitud en el espíritu propio de la serie: glamour, sofisticación y dry martinis le vienen a la francesa como anillo al dedo, superando ampliamente al propio protagonista.
Tras transitar por films como “special police” de Michel Vianey, “grosse fatigue” o “double messieurs” vuelve a obtener el éxito con “lucie Aubrac” de Claude Berri, junto Daniel Auteil, filme épico y romántico que aquí se tituló “amor en tiempos de guerra”. Y participa dirigida por Francis Coppola en el episodio “life whithout zoe” perteneciente a la película “trilogía de Nueva York”.




















Pero conviene indagar en que pasó después. Lo más facil, ya se sabe, es echar la culpa de todo lo concerniente a su trayectoria y dispersa filmografía a Chanel. Ella fue su imagen durante algunos años y ello siempre quiere decir dos cosas: la primera que es incuestionable su innegable belleza la cual resalta aun más en el posado. Pero la segunda es que tal vez ahí, en su gélida y a la vez sensual belleza están sus límites, y su carrera cinematográfica por ello no progresa. Da la sensación de que aceptando suculentas ofertas donde presta su elegancia y característico charme francés da a entender que en cine ya ofreció todo lo que tenía que dar y que ahora solo resta contemplar su figura y su encanto en las vallas publicitarias, los anuncios de tv y las revistas. Y aunque la publicidad potencia su imagen icónica, es un hecho que su potencial filmico se resiente y se estanca.
















Consciente de ello Carole Bouquet, actriz de verdad, no conviene olvidarlo, vuelve a escena con una interesante coproducción titulada “nordeste” dirigida por Juan Diego Solanas, donde vuelve a dar sobradas muestras con una interpretación sobresaliente de sus variados registros, tal y como también sucede en “Wasabi” junto a Jean Reno.
Otros films posteriores son “les fautes d’ortographie”, “besen a quien quieran” o “el infierno” corrosivo e inquietante film de Danis Tanovic. Pero sus apariciones son ya en roles secundarios. Es indiscutible que estamos ante una actriz extraordinaria con una capacidad de sugerencia innata que sin embargo no puede presentar un curriculum acorde a sus reales posibilidades. Hoy en día uno se la pude encontrar inmersa en un auténtico laberinto en cualquier suplemento dominical o cualquier revista femenina anunciando cualquier potingue, tinte de pelo, suavizante, champú o por supuesto perfume de última generación ya que como dice el anuncio “nosotras lo valemos”. Por lo tanto, su rostro no ha desaparecido, pero su imagen fílmica se ha devaluado.Y ella no es una Jenniffer Lopez del montón por poner un ejemplo. Por cierto no es la única que somete su imagen a un escarnio sin paliativos. Ver hoy a Jane Fonda anunciar en tv laca para el pelo y maquillajes varios es uno de los ejercicios de autoinmolación más sangrantes que recuerdo en mucho tiempo, y que por supuesto impulsan a cambiar de canal de inmediato.

















Su último papel estrenado en España que recuerde es un modesto y amable film titulado “obras en casa” en el que encarna a una sofisticada abogada progresista y muy formal que contrata sin saber como a un puñado de ilegales sin papeles para realizar las obras de su casa. Un divertimento futil que sirve para poner en solfa las contradicciones, en este caso respecto a la inmigración, con que nos encontramos en occidente. Tambíén sirve para comprobar que la madurez le sienta estupendamente. Sirvan por tanto estas líneas como clara reivindicación de una actriz genuina, una mantis seductora nata, cuyas dotes van mucho más allá de  lucrativos anuncios publicitarios y eventos de moda.